40 No puedo creer que seas esa clase de persona

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Era de noche.

La fría y brillante luz de la Luna se colaba entre las ramas de los árboles del vasto e inexplorado Bosque Oscuro, dotándolo de espacios iluminados y tranquilos en medio de un mar de silenciosa oscuridad.

Una serie de tiendas de campaña, rústicas y sencillas, habían sido erigidas ordenadamente en medio de un pequeño claro cubierto de suaves hierbas. Los estudiantes estaban cansados después de un arduo día de trabajo y ahora se entretenían sosteniendo conversaciones en voz baja o meditando en solitario.

Bryan se mantenía oculto detrás de uno de los árboles más grandes en los alrededores, mientras recitaba un hechizo. Un destello de luz se vio por un instante cuando el Pequeño Esqueleto, armado con su daga de hueso, se materializó de repente y corrió silenciosamente hacia donde dormía Clark.

El Caballero de la Tierra había colocado su tienda a cierta distancia de las de los estudiantes, pues, aunque en apariencia era una persona generosa y desinteresada, se podían ver evidencias sutiles de lo contrario. Porque aparte de ser muy galante con Fanny, la forma en que miraba a los estudiantes en ciertas ocasiones revelaba que en realidad sentía por ellos un profundo desdén, pero procuraba ocultarlo. Un ejemplo de este desprecio era el hecho de que siempre se aseguraba de colocar su tienda de campaña a una cierta distancia de los demás, porque realmente no quería estar cerca de ellos.

El Pequeño Esqueleto era ágil y su cuerpo tan negro como la tinta era casi imperceptible en la oscuridad de la noche. Tampoco emitió el más leve sonido mientras avanzaba y en menos de diez segundos había llegado a la entrada de la tienda. Bryan dio una orden para que el Pequeño Esqueleto ingresase deslizándose muy despacio y con cuidado.

Luego de unos instantes la tienda entera se desplomó y Clark soltó un grito de dolor cuando las maderas que conformaban la estructura le cayeron encima. En un instante el Pequeño Esqueleto se precipitó hacia afuera y huyó rápidamente hacia el suroeste.

Después de forcejear un rato con la maraña de telas y maderas que lo cubrían, Clark salió sin garbo ni gracia, espada en mano y totalmente iracundo. Rápidamente se puso a revisar cada rincón a su alrededor, hasta que descubrió un rastro alejándose. Entonces gruño con ira y se puso a correr en la dirección que había tomado el Pequeño Esqueleto, mientras soltaba maldiciones en voz baja.

"¡Éxito!" Pensó Bryan y comenzó a seguir de cerca los pasos de Clark, desplazándose rápidamente de un árbol a otro, siempre manteniéndose oculto en las sombras, mientras reía maliciosamente.

En dirección suroeste se encontraba una amplia laguna. En sus orillas crecían árboles extraños de troncos retorcidos y a la luz de la luna las cristalinas aguas soltaban destellos de color plateado.

En esas mismas aguas podían escucharse los sonidos de alegres chapoteos y salpicaduras continuas, junto con las risas de quienes nadaban, evidencias claras de que alguien estaba disfrutando de un alegre baño en esta hermosa noche despejada.

-Lisa, ¿has empezado a desarrollarte? Porque parece que tus pechos están diferentes. -

- Je je, Maestra Fanny, déjame decirte algo. Nadar con regularidad realmente sirve para agrandar los pechos. Pero sólo descubrí este secreto después de practicar por un tiempo. -

- ¡¿De verdad?! - Exclamó Fanny con asombro y luego se echó a reír: - Ahora ya no me extraña. Últimamente me preguntaba por qué de repente comenzaste a cogerle el gusto a la natación. Así que esta era la razón. Je je, entonces deberíamos quedarnos nadando durante más tiempo. -

- Maestra Fanny, tus pechos ya están tan bien desarrollados... ¿Acaso hay motivos para que te interese esto? -

- ¡Ja, por supuesto! A toda mujer le importa que su apariencia sea de lo mejor. -

The Great Demon King I - Libro Primero El Bosque OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora