CAPITULO 4.

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El sábado por la tarde Louis había estado revolviendo su armario, todo lo que encontraba eran sudaderas y pantalones deportivos, que eran su vestimenta habitual. Así que en el fondo de su guardarropa encontró unos jeans claros y rotos, bástate flojos, pensó que eran perfectos, los convino con un suéter verde militar y unos vans, puso su aparato en su oído derecho, siempre necesitaba su aparato para escuchar, nunca lo usaba, esta vez quiso llevarlo, podía hacerlo ver más inofensivo y esa era su excusa para no decir que comenzaba a escuchar demasiado mal últimamente. Acomodo su cabello y exhalo con fuerza. El telón se abriría en menos de una hora y debía estar listo.

—Que guapo ¿Vas a una cita? — su madre apareció en el umbral de la puerta.

—Saldré con mis amigos, es todo— dejó de mirarse al espejo y le tomó atención a las tres mujeres que lo observaban.

—Te vez genial— dijo una de las gemelas, Phoebe.

—Usas el aparato de nuevo— se fijó su madre —¿Empeoro?

—No, no, solo creo que hace mucho no lo uso y sé que lo necesito— dijo rápido —pero me tengo que ir.

Las mujeres se despidieron de él y besaron su mejilla, eso causó que el cuerpo de Louis se relajara y tomara valentía, las cosas no podían salir tan mal ¿O sí? Era Harry, era un chico terco y que confiaba en Euro, tal vez podría hacer que también confiara en Louis.

Llegó al bar diez minutos antes al igual que sus amigos, habían planeado llegar más temprano por si algo estaba mal.

—Por fin llegas, Louis— habló primero Niall —te vez bien.

—Gracias, tú igual— halagó. El rubio sonrió, arrogante como siempre.

Los amigos esperaron cerca de la entrada del bar, ya estaba bastante oscuro y las luces neón del cartel les permitía ver hacia ambos lados. Louis no podía dejar de mover su pie, su amigo estaba fumando mientras compartía el cigarrillo con él castaño.

—Mierda, dejen de moverse que me ponen nervioso— reclamó el rubio.

—Es que estoy nervioso, maldita sea, no quiero que me descubran, quiero alejarme de esto, pero es importante para mamá— Louis se frotó la cara con frustración y pesadez.

—Trata de verlo sin tanto miedo, eres valiente, Louis— el chico palmeo su hombro.

Louis lo agradeció, agradeció tener a ese rubio irlandés que tanto lo hacía reír y a ese moreno pelinegro que siempre lo apoyaba, simplemente ya no tenía tanto miedo. Eso pasa cuando tienes personas que te aman, y sabes que te aman, sabes que están ahí por ti y sabes que tú estarás ahí por ellos.

Las palabras se atoraron y se destruyeron propiamente en su cabeza, cuando Louis vio un chico rizado, alto, se veía extrañamente bien, venía acompañado de su mejor amigo con el que varias veces se habían encontrado, ambos venían caminando con una extraña calma y luminosidad que los envolvió en una burbuja de normalidad, una normalidad que Louis no conocía. Su vida era un desastre y pensó que en ese momento tal vez podría olvidarse de ello, pero simplemente sus esperanzas de algo nuevo se derrumbaron.

—¿Zayn? ¿Niall? — los ojos verdes y luminosos de Harry se detuvieron en ese par de personas conocidas, ignorando al chico lejano que se encontraba recargado en un farol a un metro de ellos —¿Qué hacen aquí?

—¿Harry? Que sorpresa— se saludaron —vinimos a tomar unos tragos con nuestro mejor amigo, pero estamos esperando a algunas personas ¿Y ustedes?

La voz de Zayn salió como se esperaba, llena de sorpresa y familiaridad. Louis se odio a sí mismo, él decía mentira tras mentira también.

—El hijo de una de las amigas de mi madre me invitó, aunque aún no lo conozco— Harry se alzó de hombros con las manos en sus bolsillos.

Los Hijos Del Viento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora