Año de 1955.
Londres, Inglaterra ...La calle era fría y brumosa, el invierno siempre solía pegar de manera pesada en Londres, incluso si navidad ya había pasado y estaban esperando el final de enero.
Nunca antes había transitado esas calles solitarias, pero tenía que hacerlo, sentía en la sangre aquel llamado de acercarse. Un gran y brillante establecimiento se fijó en su mirada, con las luces resplandeciendo en sus ojos, sus pupilas dilatadas por estar tan cerca de su destino. Los cuerpos se arremolinaban, se batían y pegaban contra él, con sudor perlando su extraña piel a causa del baile, a causa de lo rápido que sus corazones iban, palpitando complacidos por la música y el ambiente.
Aquel varón, alto y delgado, se abrió paso poco a poco hasta llegar a su viejo amigo, aquel que había conocido por una casualidad, pero vaya que lo agradecía.
—¡Hey! Por fin llegas, me tenías preocupado— le palmeo el hombro amistosamente —traje lo mejor para ti, ya verás.
—Tuve que esperar a que mamá se durmiera, sabes que odia esto...
—A ninguna madre le gusta esto, aparte tal vez cree que eres muy pequeño, hasta yo lo creo— le admitió aquel chico de pelo negro y exuberantes ojos verdes —pero no importa, te apoyo, siempre.
Una sonrisa de lado lo reconforto.
—Solo eres unos tres años más grande, no te emociones con eso, idiota— la sonrisa juguetona se posó en sus labios —Entonces ¿Lo tienes?
—Claro que sí, lo mejor para ti, siempre, tu talento lo merece— tomo una mochila negra llena de parches de bandas acorde a su época.
—Algún día te ganare, tenlo por seguro— esta vez su expresión orgullosa y esperanzada causo ternura en el mayor. La sola idea de ganarle al número uno era una maravilla y hacía que su corazón temblara de emoción, no importaba cuanto le dijeran que no podía, que estaba mal, que se alejara, lo haría, estaba seguro y nadie se interpondría.
—Estoy muy seguro también, por eso te traje esto— con emoción en su semblante dejó aquel pedazo de metal sobre la mesa, expuesto a cualquiera que volteara a verlo, brillaba contra las luces centelleantes y los ojos de Kent casi se aguaron de la felicidad.
—Dios, no, es precioso— lo tocó y deslizó cuidadoso sus varoniles dedos sobre el acero.
—Es uno de esos nuevos motores bicilíndricos que acaban de salir, también me compré uno, pero vi este y pensé "Kent debe tenerlo, hará maravillas con él"— sonrió cálido hacia su amigo.
—Es genial, pero, no puedo pagarlo, por lo menos no completo por ahora...— miró a su amigo, expectante.
—Sabes que eso no es problema, no te presiones, úsalo y págame cuando puedas, incluso en pagos, para que sea más fácil, solo para mi cliente preferido.
—Muchas gracias, Grek—le dio un apretón de manos con fuerza —era la última pieza que me faltaba, estará lista para la próxima semana.
—Pues nos vemos en el Ace Café London, ahí nos reuniremos los chicos y yo, será un gusto verte por ahí— lo invitó con gusto.
—Después de un año al fin me invitas, me siento especial— se tocó el pecho con sorna.
—Creo que es momento, Kent.
—Pues nos vemos ahí— le sonrió a su amigo y su ya conocida novia que se mantenía a su lado siempre —ahora me tengo que ir, estoy ansioso por empezar a trabajar— metió el pesado motor a su gran y amplia mochila, era la única en la que una pieza así podría caber, tenía que regresarla a su madre en la mañana. Comenzó a alejarse entre la gente para desaparecer por donde había entrado.
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Los Hijos Del Viento.
FanficMotos, cerveza y una carrera clandestina a mitad de la madrugada ¿Que podría salir mal? Un lugar lleno de secretos te ahoga, te quema por dentro hasta consumirte pero ¿Podrás resurgir o te desvanecerás en el viento? Fanfic: L.S.