Capítulo 10

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—Quiero volver a besarte —confesó cambiando el tema—, deseo hacerlo desde que volvimos a encontrarnos

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—Quiero volver a besarte —confesó cambiando el tema—, deseo hacerlo desde que volvimos a encontrarnos.

Me acerqué un poco, accediendo, porque también lo deseaba tanto. Podía rogar por un roce suyo.

—Pero no lo haré hoy, no quiero que este beso contenga un sabor a reencuentro mezclado con celos —cerró los ojos—, no así —hundió la cabeza en mi cuello dejando fría.

Pase los brazos por sus hombros y lo apreté contra mí, suspirando. Mi mano abandonó su mejilla y la lleve a su nuca, la subí y baje por su cabello, acariciándolo.

«Toca quedarme con las ganas».

Pasamos los minutos en silencio hasta que una luz me encandiló, provocando que cerrará los ojos y el sonido del tren aviso que estaba arribando en la estación. Jayden se despegó de mí y giró el torso para ver el tren que estaba a su espalda. Desde nuestra posición se podía ver algunos cuantos que bajaron. Entre esos había una familia pequeña de dos niños y sus padres, había una chica llamando por teléfono y una pareja adulta dándose un abrazo.

Jayden se enderezó. Al sentir su mirada en mí, se la devolví.

Su sonrisa ladina y su hoyuelo combinaban perfectamente y eran muy bonitos casa uno por separado.

—Pardeas muy lento, te ves cansada —tomo una de mis manos y acarició la palma con la lleva de sus dedos.

—Tengo mucho sueño —asentí a la vez que un bostezo me ganó.

—¿Te parece si esta noche te quedas a dormir conmigo? —levantó mi mano y la besó.

Acepté más dormida que viva. Me ayudó a ponerme de pie y con mucho cuidado, bajamos. Abrió la puerta del copiloto.

—Gracias —me reí de mí misma por el tono arrastrado de las palabras. Parecía que estaba borracha. Jayden negó sonriendo de lado y cerró la puerta para subir en el piloto.

El camino a su casa fue silencioso por ambas partes. Prendió el estéreo, en un volumen bajo, y fue quien dio un ambiente distinto al viaje. Era una vibra positiva y relajante. Sonreí viendo por la ventana para que Jayden no fuera consciente de eso.

Tomó una de mis manos, que yacían en mis muslos y la entrelazó con la suya.

—¿Aún estás despierta o debo bajarte en brazos?

Solté una risita, cerré los ojos y dije:

—Lo siento, llama mañana que hoy estoy dormida —hable como voz de computadora.

—Creo que pasaremos la noche en el carro —susurró—, mis brazos son muy poco músculos y no quiero arriesgar a que Desirée se me resbale —su tono era de "preocupación" hablando con el mismo, según.

Abrí un ojo y me giré en su dirección para inspeccionarlo. Me miró de reojo, así que se dió cuenta. No es un chico atlético, pero tampoco tiene brazos muy delgados como para no tener un poco de fuerza siquiera.

Desvíos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora