—¿Cómo has sobrevivido sin mi?
Ruedo los ojos, no sé por qué lo hago si me duele.
—Nosotros —le corrige papá—. ¿Cómo has sobrevivido sin nosotros? —rectifica.
Suspiro sabiendo perfectamente que se aproxima una discusión entre los seres que me procrearon con mucho supuesto amor.
—Si tu no le haces de comer —mamá se queja,
—¡Pero soy indispensable!
—¡Ya, ya! —digo fuerte para que me escuchen al otro lado de la llamada—. Dos semanas no son comparadas con los dos años que llevo en la universidad. Sé sobrevivir sola —les recuerdo.
—Eso sí —acepta mamá—, no sé cómo sigues viva ni a base de que te alimentas.
Suelto una risita.
Miguel cocina, claro, pero no lo mencionaré. No quiero que tengan motivos para burlarse de mi poca habilidad para la cocina, aunque ya lo sepan.
—Igual extraño a mi cocinera favorita —comenté.
—No mientas —interviene papá—, cuando no se da cuenta haces muecas disgustada y dices que, o, está quemada la comida o está muy salada.
—¡Papá! —le reprendo por exhibirme así—. No tenía por qué saber eso.
—¡Jocelín! —chilla mamá.
Me acerco a la ventana y abro la cortina un poco. Uh, llego en el momento adecuado. La vecina de enfrente parece que sale muy enojada de su casa y el vecino viene detrás de ella rogando para que le perdone.
—Y déjame decirte, cocinera favorita —añado enfatizando eso último—, que no miento. ¡Eres mi cocinera favorita!
—¡Por qué es la única que te hace comida! —se vuelve a entrometer papá.
—¡Papá! —chillo, pero me cayo cuando el chismecito de enfrente se pone interesante.
La vecina habla por teléfono mientras su marido mira al piso. Como un perrito regañado. Un auto muy lujoso se aparca en la acera y ella se le acerca a la ventana del piloto.
—Seguro tu abuela se convierte en tu cocinera favorita temporal en mi ausencia —dice mamá soltando un suspiro.
Estoy tan perdida prestando atención a la casa de enfrente, que cuando a los segundos proceso lo que mamá ha dicho, reaccionó de golpe y me incorporo. Paseo la mirada por mi habitación.
—¿La abuela?
—¡Sorpresa, llegan mañana! —dice papá pero su tono no suena a felicidad, sino a sarcasmo.
¿Cómo que los abuelos están por llegar? ¡Tengo un desastre en toda la casa!
—¡¿LOS ABUELOS VIENEN?!
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Desvíos del corazón
RomancePodrán odiar su pasado, pero al fin y al cabo, fue ahí donde se conocieron. Dérive 1. 2021. ©