No sabía qué decir ni cómo sentirme. Pronto me encontré en un momento de diversas emociones recorriéndome entera por el cuerpo y mucha confusión dentro de mi cabeza. La Desirée que yo conocía no se besaría con un chico que acaba de conocer solo por el hecho de que le ha parecido interesante y eso lo ha encontrado atractivo. Definitivamente, eso cambió.
Abrí los labios para pronunciar unas palabras que no existían y mucho menos salieron. Ulises parecía expectante a mis movimientos así como también parecía seguro de lo que acababa de pasar. Como si el chico cohibido que conocí se esfumó en cuanto hicimos contacto labios con labios. No había que alterarnos, entonces, ¿No?
—¿Bailamos? —dejó la botella de agua de lado y me ofreció una mano.
Al bailar no tendríamos que decir ni una palabra, entonces lo usaría como escape para no tener que aclarar nada ni darle más buenas al asunto. Tome su mano y unos segundos, nos encontrábamos dentro de la masa de cuerpos que se mecían de un lado al otro bailando.
Esta ocasión, se atrevió a acercarse más a mí y no lo impedí.
Dejé de pensar en el beso como si hubiera sido algo malo y lo acepte. Porqué, claro, no fue malo. Todo estaba bien.
Llegó un punto en el que yo tenía un brazo por los hombros de Ulises, la otra mano se encontraba entrelazada con la suya y la otra mano de él aparentaba estar en mi cintura, ya que no la tocaba pero estaba ahí, la zona que podía haber estado tocando, quemaba. Ulises bajó su rostro hasta la altura de la mía para juntar nuestras frentes.
El hecho de sentirme libre en cuestión de minutos, conociendo a alguien más y dejándome llevar por el momento era una extraña sensación que me recorría por el cuerpo de pies a cabeza. Sin embargo me agrado, por qué no fue rechazado mi beso.
—No dudes en golpearme si te piso —dijo Ulises lo suficientemente alto para escucharlo.
—No lo dudaré —fue mi respuesta. Pero, por supuesto, no sería capaz de hacer tal cosa aún así tenga su permiso.
Por segunda vez en la noche, alguien casi me hace perder el equilibrio y caer, y para mí salvación, Ulises lo impidió.
—¡Karime! —exclamé en tono acusador al ver que ella había sido la culpable.
—¡¿Te la está pasando bien?! —canturreo meneando las caderas. Su acompañante, del cual sigo sin saber su nombre y es primo de Ulises, no apartaba la mirada de mi amiga mientras la tenía tomada por las caderas y se mezclaban en la multitud.
Una de las manos de Karime sostenía una lata de cerveza. Lo que me hace suponer, y por él arrastro qué hace en las palabras al hablar, no es la primera cerveza.
—Voy a por agua —le dije en el oído a Ulises a lo que este asintió.
Di media vuelta en dirección a la cocina, por suerte el estar sobria me hizo recordar dónde se ubicaba la habitación.
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Desvíos del corazón
RomancePodrán odiar su pasado, pero al fin y al cabo, fue ahí donde se conocieron. Dérive 1. 2021. ©