Capítulo 9

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Al día siguiente...

Los ojos de Anabeth se desplazaban ávidamente por la pantalla, dándole una última revisión al documento. 

El constante murmullo de las oficinas era opacado por sus propios auriculares, logrando que el monótono trabajo de redacción se volviera mucho más llevadero

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El constante murmullo de las oficinas era opacado por sus propios auriculares, logrando que el monótono trabajo de redacción se volviera mucho más llevadero.

Una vez cerciorada de que no hubieran errores, adjuntó el archivo y comenzó a escribir el último email de la tarde. En ese momento su asistente y compañera de oficina, Isabella, pasó a recoger los papeles apilados en la bandeja de su escritorio, listos para ser entregados a cada sector.

Aún inmersa en su tarea, la castaña podía percibir la presencia de su colega. En promedio tardaba entre tres a cinco segundos en tomar la documentación del día, apretujarlos contra su abdomen y abandonar la habitación. A veces hasta siete si alguno de sus hijos la mantuvo en vela la noche anterior.

Luego de transcurrido el tiempo estimado, el aroma a Chanel impregnado en la chaqueta de la morena continuaba inundando sus fosas nasales. La explicación bailó ante sus ojos como una mosca molesta.

"Quiere un favor."

— ¿Sucede algo? —consultó, manteniendo sus ojos fijos en la pantalla.

— No es nada importante. —bajó la mirada hacia la computadora de su jefa, quien no había aminorado el ritmo de escritura—. Cuando termines eso, querría pedirte un favor.

Anabeth suprimió una pequeña sonrisa. Esa mujer era como un libro abierto ante sus ojos.

Colocó el punto final al correo y apretó la tecla enviar. Se quitó sus anteojos y observó por primera vez a su compañera.

— ¿De qué se trata? —reclinándose sobre su asiento.

Hubo un pequeño titubeo en la expresión de la asistente.

"Favor personal, entonces."

— Eres esa Anabeth, ¿no es así? —aventuró con cautela—. La del blog.

La ojimiel suprimió el impulso de poner los ojos en blanco. A lo largo del día, había estado tratando de evitar pensar en el blog y todo lo que yacía escrito en él. Pero, al igual que una piedra en el zapato, por más que la ignores sabes que aún sigue allí.

Haciendo a un lado su disgusto interno, se las arregló para colocarse su máscara de Póker. Si había algo que sabía hacer, era hacerse la desentendida.

— Qué extraño. Eres la segunda persona que me hace la misma pregunta esta semana.

La morena elevó ligeramente las cejas. Inconscientemente estrujó los papeles un poco más contra su persona, disimulando su vergüenza. Las edades coincidían, sin mencionar que había sido ella quien resolvió el misterio de la desaparición de los pisapapeles en el área de contaduría.

Elemental, querido Holmes - (Mycroft y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora