Capítulo 24

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— ...envíale las copias a Spencer y dile que ya supervisé el contrato con los de Farber.

Isabella apuntó los nombres en su libreta. Un detalle que llamó la atención de Anabeth desde el primer momento en que la pusieron bajo su ala. La morena, pese a ser considerablemente más joven, mostraba una inusual preferencia por lo analógico.

— ¿Ya está listo para firmar?

La ojimiel asintió una vez, secretamente aliviada de sacarse esa piedra del camino.

— Sí, ya lo elevé al consejo. Ahora es problema de ellos.

Isabella movió la cabeza en acuerdo. Bajó el lápiz, dejándolo junto a su fiel libreta de lunares y se dispuso a hacer la tarea encomendada. Entre tanto, Anabeth revisó su reloj constatando que apenas pasaban de las tres de la tarde. Avanzaba a buen ritmo, considerando que ya había acabado con dos tercios de sus pendientes.

Aquella semana las cosas estaban relativamente tranquilas en la oficina. La reunión en Toronto aún se veía muy lejana y ya había hecho los arreglos con la aerolínea. Escaparía a Nueva York el día inmediatamente después de la junta y pasaría el fin de semana con su padre.

"El viejo estará contento... de tener a alguien que le lave los platos."

La mujer sonrió ante la idea y siguió con el siguiente documento. En otra ocasión, hubiera hecho una pausa para tomar un café y recobrar energías, pero hoy no lo necesitaba. Estaba de un excelente humor y podía verse reflejado en su productividad.

Quizá se debiera a la perspectiva de unas brochetas asadas en el jardín de su antiguo hogar; o a su memorable noche de viernes con Greg. Sin importar cual fuera el motivo, lo cierto era que por primera vez en semanas sentía que las cosas finalmente se estaban acomodando, tanto en el ámbito laboral como en el personal.

<<A veces la vida es buena>>, su tía solía decir.

Su celular comenzó a vibrar sobre la mesa. Bajó la mirada, leyendo el identificador de llamadas. Rodó los ojos con molestia. Ya le había advertido que no la molestara en horario laboral. Aun así, cogió el móvil y atendió.

— ¿Qué quieres?

Una bocanada de aire. Un silencio, seguido de una larga exhalación que produjo un leve crepitar en la línea.

— Dijiste... que llamara.

<<Y a veces, es una auténtica cabrona.>>

Su expresión se tensó en el acto. Había reconocido la voz del detective, alarmantemente lenta y adormilada. Hubo otra pausa, seguida de otra dificultosa exhalación.

— Fue... Promesa...

La mujer abrió los ojos con enormidad. Sus dedos se cerraron alrededor del móvil, al tiempo que la preocupación se asentaba con aplomo en la boca de su estómago.

Las pausas al hablar; el esfuerzo por hilvanar las palabras. Se escuchaba como si el hombre estuviera respondiendo el diálogo de una antigua conversación. De otro momento. De otro lugar.

"No está hablando conmigo."

La decisión de tomar el teléfono. De marcar su número. De hacer la llamada. Todo era inconsciente, accionado a raíz de un viejo recuerdo. Un hilo del cual tirar y aferrarse. Posiblemente el único al que su cerebro tuvo acceso entre la espesa bruma narcótica que empañaba sus sentidos.

— Mantente conmigo, ¿sí? —indicó, proyectando una seguridad que en absoluto sentía—. ¿Dónde estás? —al darse cuenta que aquella pregunta requería una respuesta igual de compleja, reformuló—. ¿Estás en el apartamento?

Elemental, querido Holmes - (Mycroft y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora