8: Deseos en el cielo

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Childe ahogó un sollozo mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Estaba de pie en medio del pasillo de su apartamento, apretando el móvil en su mano mientras se clavaba las uñas en la palma de la izquierda, sin darse cuenta de la sangre que estaba empezando a brotar.

¿Por qué había terminado todo de esta manera?

Tenía un nudo en la garganta, las lágrimas le tapaban la vista y sentía que iba a explotar en cualquier momento. Quería gritar, pero ni salía ni un solo ruido de su garganta. Solo escuchaba las duras palabras que su padre le estaba diciendo por teléfono.

—No vas a volver a ver a tus hermanos, no vas a volver a esta casa —sentía su fría mirada posada encima suyo, como si estuvieran cara a cara. Las palabras se clavaron en él como puñales—. ¿¡Me has oído!? ¡Eres un egoísta, Ajax! ¿¡Acaso no eres consciente del daño que puedes hacer!? ¡Qué digo, el daño lo hiciste hace años, ahora solo te estabas redimiendo de tus errores! ¡Di algo, ¿o te vas a quedar lloriqueando como un niño?!

—¡¡Cállate!! —sus pulmones se vaciaron de aire, empezó a respirar desesperadamente por oxígeno, la cabeza le daba vueltas—. ¡¡No me he quedado con el dinero, ha habido un error pero nunca me escuchas!!

—¡¡Mentira!! —quería colgar la llamada, quería tirar el móvil al suelo y ver cómo se rompía en pedazos. Quería que la tierra lo tragara y desaparecer de este mundo—. ¡Siempre mientes, eres la misma escoria que siempre! ¡Por tu culpa nuestra familia está dividida, me pregunto qué diría tu madre!

—¡¡No metas a mamá en esto!! —no estaba muerta, pero se encontraba hospitalizada por una grave enfermedad—. ¡Ni se te ocurra!

—Oh, claro que sí. ¿Porque sabes una cosa? Todo es tu culpa, y si muere, también lo será —sintió como si el tiempo se parara a su alrededor. Se quedó en blanco, las lágrimas dejaron de caer, no escuchaba las duras palabras que el hombre al que llamaba padre le seguía diciendo. Solo sentía su sangre hervir.

—Muérete, viejo estúpido —las palabras salieron automáticamente de su boca, sin pensarlo. Con eso había firmado su sentencia, nunca podría volver a ver a sus queridos hermanos ni a su madre.

Childe colgó la llamada antes de que el hombre pudiera responder, levantando el brazo para tirar el móvil contra el suelo. Más las fuerzas lo abandonaron, todo lo que había estado reprimiendo explotó, el tiempo volvió a correr. Comenzó a sollozar mientras las lágrimas caían por su rostro sin pausa, se dejó caer al suelo, abrazándose a sí mismo. ¿Qué importaba si los vecinos le escuchaban? Probablemente habrían oído ya sus gritos, y no era como si le importara algo la opinión de esas personas.

Sin dejar de llorar encendió el móvil, abriendo la aplicación del banco y transfiriendo todo el sueldo del mes pasado a la cuenta de su maldito padre. Había habido un error en la anterior transferencia, y su familia había recibido menos dinero del que debía. Obviamente que su padre era consciente de eso, pero lo único que necesitaba era una excusa.

Lanzó el móvil al suelo, que rebotó en la alfombra, mientras se encorvaba sobre sí mismo, llorando. Se obligó a dejar de llorar, soltando algún que otro sollozo.

Se levantó del suelo y entró a la cocina, abriendo la puerta de la nevera con brusquedad y observando las latas de cerveza que no había tocado desde que las compró, hacía ya tres semanas.

¿Iba a tirar por la borda todo su esfuerzo en estar limpio? Sí, pero en ese momento no estaba pensando con claridad.

Alcanzó una lata y se sentó en el suelo, le picaban los ojos por las lágrimas. Abrió la cerveza y empezó a beber desordenadamente, mientras algo del líquido caía por su barbilla. Quería emborracharse, olvidar lo que había sucedido aunque solo fueran unas horas.

𝙂𝙊𝙇𝘿𝙀𝙉 𝙀𝙔𝙀𝙎 [ 𝘼𝙐 𝘾𝙝𝙞𝙡𝙞 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora