Capítulo 17

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Los fines de semana nunca volvieron a ser los mismos desde que había llegado a Clifden, y la razón fue la acumulación de problemas que conllevó resultar ser un hada junto con los entrenamientos que se me fueron impuestos cuando obtuve mi magia de vuelta.

Cepillaba mi húmedo cabello a la vez que miraba por la ventana de mi dormitorio, y el ver a los niños disfrutar de su sábado tan temprano en sus bicicletas y sus juguetes me hacía inevitable no recordar a mis amigas. Extrañaba andar en bicicleta con ellas y escuchar a Olivia maldecir a la gravedad cada vez que caía de ella, ir al cine después comer y después a cenar sin importar que nuestros estómagos estuvieran totalmente llenos. En cambio me encontraba madrugando para encontrarme con Dillon, e ir a practicar con mis poderes.

Observé mi cuarto por un par de segundos revisando que nada se quedara fuera de mi mochila, revisé rápidamente mi ropa y al estar segura de estar lista, bajé a la sala, para después ir directamente a la cocina.

—Buen día mamá, buen día Dillon —les salude a medida que caminaba hacia la nevera.

—Ela, hice panquecas ¿Quieres? —me preguntó mi mamá.

Al momento de buscar alguna manzana en buen estado dentro de la nevera, la imagen de Dillon desayunando sobre mi mesa, la cual apenas segundos atrás había capturado, impactó mi mente. Obligándome a voltear hacia ellos dos.

—¿Qué haces desayunando en mi casa? —le cuestioné a Dillon—. ¿No se supone que estarías aquí en algunos minutos más?

La mirada reprensora de mi madre exigiendo discreción de mi parte me golpeó al instante, pero al igual que las otras veces fingí no haber visto nada.

—¿No leíste mi mensaje?

Alcé una ceja como respuesta ante la pregunta de Dillon.

—Lo dejo en silencio durante la noche —le hice saber.

—Te escribí que Gwenhwyar nos canceló la clase y que sería mejor si aprovechábamos para terminar el proyecto de artes.

Artes no era una de las materias que compartíamos, por lo que aquello que había dicho no era cierto. De alguna manera sus mentiras eran tan naturales que me impresionaba, y de cierto modo me asustaban a la vez.

Me intrigaba saber que otro problema del cual mis padres no podrían saber estaba sucediendo, pero antes de ello, necesitaba seguir el cuento inventado por Dillon para tener una excusa, y mentir no era mi fuerte.

—¡Oh! ¡Si! ¡Eso! ¡El proyecto de la profesora Tara! —grité de manera pausada.

—¿Qué no dijiste que era el profesor Cory? ¿No es hombre? —le preguntó mi mamá directamente a Dillon.

—Que grosero de tu parte —fingí indignación—. Dices que todos merecen ser lo que los haga feliz pero lo interrogas con el género del docente que nos da artes. Me decepcionas mamá.

Hada AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora