Capítulo 3

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A la mañana siguiente, tratar de hablar a Darren fue prácticamente imposible, y no solo por el hecho de que no compartíamos ninguna clase ese día, también me evadía cada vez que intentaba hablarle

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A la mañana siguiente, tratar de hablar a Darren fue prácticamente imposible, y no solo por el hecho de que no compartíamos ninguna clase ese día, también me evadía cada vez que intentaba hablarle. ¿Y quién podía culparlo? Me había ido sin aviso previo.

La mayoría de las clases ya habían finalizado, tan solo quedaban dos y diez minutos de receso. Los cuales utilizaba para buscar Darren.

Al momento de dirigirme a mi casillero, logré visualizarlo, charlando con el rubio cabello rizado que intentó desprender mi cabeza de mi cuerpo con el balón de rugby. Me dirigí hacia Darren, esta vez parecía no poder huir.

—Necesitamos hablar —dije interrumpiendo su conversación con el deportista.

—¡Hey! ¡Tú me pegaste con mi balón! —reclamó el rubio con voz alta.

—Tu casi me arrancabas la cabeza con ese balón. ¡Así que supéralo! —contesté y concentré mi atención hacia Darren.

Una vez más, Darren intentó huir. Pero no fui yo quien lo detuvo, si no el rubio quien lo sujetó de la parte trasera de su sudadera.

—Olvidaste entregarme la tarea de matemáticas —le recordó.

—¿Te obliga a hacer su tarea? —pregunté.

Darren rodó los ojos, y el rubio volteó a verme.

—¿Qué acaso no sabes? ¿Tu amigo vende tareas? —respondió el rubio—. ¿Qué clase de persona crees que soy? —preguntó indignado.

—La persona que trató de desprender mi cabeza —respondí.

Darren abrió su mochila, sacó su carpeta y se apresuró a entregarle su tarea. Nuevamente intentó a huir, y nuevamente el rubio lo detuvo. Darren lo cuestionó con la mirada.

—Tómalo como una disculpa —dijo volteándome a ver.

El rubio se marchó, dejándome con Darren.

—Hablar contigo es imposible —le dije.

—Si, es imposible para ti porque te estoy evitando —respondió.

Ni siquiera trataba de ocultar su enojo hacia mí. Entendía que había desaparecido de la nada, pero ni siquiera nos conocíamos tanto. ¿Qué había hecho mal?

—¿Estas molesto por que me salté una clase? Porque si es así...

—No —me interrumpió—. Estoy molesto por que ayer por la mañana me pediste que te esperara para llevarte. ¡Y te espere por dos horas después de clases!

Mentiría si dijera que por un segundo recordé a Darren la tarde de ayer, porque no era así, mi cerebro solo podía enfocarse en cosas que no entendía que el pelirrojo intentaba explicarme.

—¡No tenía tu número! —me apresuré a contestar—. No sabía cómo contactarte —me excusé.

Darren esbozó una sonrisa, la cual no demostraba felicidad.

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