Capítulo 1.

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Alba

Un año atrás...

—Espalda recta Alba, no me hagas repetirlo nuevamente —me dice Victor, mi profesor de ballet.

Ni siquiera sé porqué demonios estoy haciendo esto cuando realmente lo odio, yo quiero escribir no bailar.

—Alba, concéntrate... —vuelve a hablar el moreno— Aterriza chica.

Mi giro sale mal y eso es suficiente para que Victor apague la música y sinceramente, no tengo cabeza para pensar en esta estupidez cuando realmente mi atención está en saber como está mi madre, anoche la internaron de urgencias y como siempre, mi padre no habla al respecto, dice que tengo que concentrarme en otras cosas y no en asuntos que no me competen, pero joder, es mi madre.

—¿Se puede saber que pasa? Estas distraída y arruinas la coreografía, saca de tu cabeza lo que sea que te tiene así e integrate, no lo voy a repetir—finaliza el profesor.

—Lo siento, no vuelve a pasar —digo cabizbaja.

—Calla y baila —me toma del mentón para que lo mire.

2 horas después finalmente puedo irme a casa y en el camino paso por Adara que está en su clase de violín.

—Hola, como te fué con Victor —pregunta mi hermana menor— ¿sigue igual de intenso o ya le bajó a las hormonas?

—Ya sabes cómo es, papá dice que si no es exigente no es bueno, pero no puedo pensar en otra cosa que no sea mamá. A tí como te fué?

—Bien, supongo... hablando de mamá, ¿sabes algo?

—No, hay que esperar a la cena para ver si a Vicent se le ocurre quitarnos este peso de encima y abre la boca.

—Él solo se preocupa Alba, ya veras que todo está bien.

Seguimos caminando mientras hablamos de distintos temas. Adara es quién me mantiene cuerda, me alegra tenerla y me sorprende lo fuerte que es para su edad.

5 minutos después llegamos a la casa y nuestro padre ya se encuentra ahí.

—Hola, ¿que tal te fué? —le pregunta la menor a papá.

—Bien, vayan a estudiar, estaré en la oficina y nos vemos en la cena —finaliza antes de irse.

—Ni saludar puede —le digo en un murmuro a mi hermana.

—Está estresado, dale tiempo —Me responde de igual manera.

—Extraño a mamá, Addie —le digo en tono triste.

—Igual yo —suelta mientras sube por las escaleras.

Una vez en mi habitación me dispuse a terminar mis tareas, hora y media después bajé a cenar. Adara y papá ya estaban en la mesa, tomé asiento a la izquierda del hombre, como de costumbre, mientras nos servían la comida.

—¿Como está mamá? —dije rompiendo el silencio, ganando una fulminante mirada de todos.

—Sigue igual, hija... —soltó papá, seguido de unos eternos segundos de silencio— está grave.

—¿Que le pasó? —siguió Adara.

—No es de su incumbencia, ya se los dije —suspiró cansado antes de irse dejandonos solas.

—No lo soporto —se me escapó.

—Ya, déjalo así, vamos a dormir.

Siento que de golpe me sacuden y cuando abro los ojos veo a mi hermana llorando desconsoladamente, el reloj de la mesita de noche marcaba las 03:00 AM y no entiendía nada.

—Alba, mamá está en coma, vístete rápido por favor —dijo sin sacarme del shock— ¡Alba muévete joder!...

Al ver que estaba hablando en serio corrí a vestirme rápidamente, bajamos corriendo las escaleras y mi padre estaba ya en el vestíbulo esperándonos con los ojos rojos.

Abordamos el auto y nos dirigimos al centro de rehabilitación en el que se encontraba nuestra madre.

Entramos y nos dirigimos a la parte de urgencias, esperamos unos minutos eternos en el pasillo del cuarto piso hasta que un doctor salió de la puerta de enfrente y...

—¿Señor Vernez? —dice el hombre.

—Soy yo... —habló papá por primera vez en la noche— ¿como está ella?

—Lo siento muchísimo, Laura acaba de fallecer por sobredosis, hicimos lo que pudimos pero fué mucha heroina en su sistema, no soportó la carga y según muestra la autopsia hace semanas venía consumiendo sustancias. De verdad lo siento —nuestro padre asintió, su cuerpo se notaba exageradamente tenso.

Adara se cubrió la boca y yo sentía que me clavan algo en el estómago, un dolor que empeoró al ver cómo nuestro padre nos abandonaba en aquella maldita sala, sin mirarnos ni dirigirnos la palabra.

No podía reaccionar, sentia las lágrimas caer por mis mejillas y cuando finalmente cai en cuenta de lo que pasaba caí de rodillas por falta de aire.

Senti como los brazos de mi hermanita me rodeaban, solo eso necesitamos para romper en un ahogado y doloroso llanto.

Aún nos veo ahí, solas, abrazadas y llorando por quién no intentó quedarse por nosotras, por quién no luchó y dejó que una adicción la superara.

Se fué.

Nos dejó y no va a volver...

No me olvides... (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora