F a l l i n' a l l i n y o u

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París, Francia.

Les cuento como es el sillón, es uno en forma de "L", color azul cielo, pero no ese que está a las doce o las cuatro, más bien uno tenue como cuando atardece y el cielo se empieza a colorear de dorado, naranja y rosa. Si, ese azul, Gabriel está recostado contra el respaldo de la esquina y yo estoy recostado contra su pecho. Sus alas con degradación en verde están extendidas; Dante salió a buscar la cena a pesar de que ya le dijimos que estamos bien si solo comemos el pan del ropero que compramos pero el insistente en que deberíamos comer otra cosa aparte del pan.

─ Tus alas parecen las de un loro ─ dije mientras me acomodaba mejor en su pecho, todo él es cálido pero fresco como el aire que sopla cuando está atardeciendo en verano o primavera ─ Yo no sé la diferencia entre loro, perico y cotorro ─ sonreí ─ El loro es un orden, una familia donde los guacamayos son su principal representante y los pericos son otra familia donde su principal representante son los cotorros ─ me tenía abrazado por mi pecho, me atrajo hacia él ─ Gracias ─ recargue mi cabeza en su clavícula a lo que el "empollo" mi cabeza. Quiero tener paz en mi mente sin la obsoleta necesidad de que haya algún wey a mi lado, es más ni siquiera sé si le gusto a Gabriel para algo serio o solo soy un mortal pasatiempo, chingada madre me odio por ser tan intenso, creo que debo dejar de culparme y comenzar a hacer algo para que deje de depender de alguien, ya tengo muchas cicatrices por ello.

─ Deja de pensar y mejor pregunta lo que quieres saber, no pierdes nada ─ buen punto ─ Me asusta ser un pasatiempo para las personas o ser su segunda opción, tipo si no les queda otra alternativa me eligen a mí ─ me abrazó con más fuerza ─ Que notes patrones o similitudes no significa que vaya a existir un mismo resultado o un mismo fracaso; sólo te estás predisponiendo y eso no es guay, no disfrutas la situación o la compañía de esa person; es más ni siquiera le das una oportunidad e incluso aunque se repitiera la situación no estas aprendiendo o poniendo en práctica lo aprendido ─ inhalo mi miedo y lo exhalo ─ Yo no soy Marcelo y si lo fuera no me daría cuenta, serías tu quien lo haría y al final decidirías que es lo mejor para ti ─ suspire ─ El camino conocido está pavimentado pero en el no crecen flores ─ sentenció en un susurro que termino con mi miedo, solo un poco ─ No se vale citar a Van Gogh ─ me abrazó más fuerte pero sin apretarme, coloco su rostro a un lado mio y beso mi mejilla ─ Es el primero de muchos, Peter Landon ─ reí mientras seguía besando mi mejilla. Ay de mi, nos acomodamos más y nos fuimos quedando dormidos. No creo cenar hoy.

─ ¿Quieres bailar? ─ estaba frente a Gabriel, vestía una camisa de manga corta con estampado de aves del paraíso, los animales no la flor, con fondo blanco unos jeans negros con unas botas negras, estaba sentado en una banca con el océano detrás de Gabriel. La tarde iluminaba el cielo. Las personas caminaban por el malecón ─ Claro ─ me levante, al fondo sonaban las jaranas, el contrabajo y el sonido del mar que jaspeaba a la voz de una chica que tenía su cabello trenzado en corona con listones rojos y rosas rojas. Su vestido negro con flores rojas bailaba con el aire.

Me tomo de la cadera y comenzó a bailar, más bien a valsear mientras me veía con una sonrisa pintada por un atardecer del que me gustaría quedarme ─ Así no se baila un son jarocho ─ desplego sus alas y comenzó a hacer el café con pan que consiste en entrelazar sus manos atrás y saltar sosteniendose dos veces y saltar al otro lado, entrelace mis manos atras y comencé a zapatear alrededor de él, meneaba mi cabeza mientras agarraba el ritmo de las jaranas. Me tomo de la cadera y me ronroneo a mi alrededor.

─ ¡Despierten! ─ abrí los ojos y el clarecer comenzaba a pintar la sala, sentía como las plumas de Gabriel comenzaban a revolotear por la sala pero este no se levantaba aún, escuche como bostezaba mientras su aliento acariciaba mi sien ─ Gabo, vamos ─ me levante con un poco de dificultad mientras trataba de orientarme, caray no tengo ropa que ponerme ─ Buenos días ─ sonreí, me sente bien y recibí un beso en mi mejilla, olía a jazmín. Me gusta ─ Buenos días ─ conteste mientras se estiraba, escuché crujir sus alas ─ Hace demasiado que no las estiraba ─ seguía sentado, lo voltee a ver. Tenía una sonrisa pintada con los ojos cerrados; su cabello enmarañado me daban una idea de lo mucho que le gustaba dormir ─ Vamos a comer ─ asentimos, nos levantamos y Gabriel abrió los ojos. Puta madre, amo sus ojos miel ─ Me gustan tus ojos arcoíris ─ sonreí enseñando mis dientes ─ También me gustan los tuyos ─ dije mientras nos sentabamos en la mesa.

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