Allegro Molto

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Y de pronto el aire se detuvo, como si se hubiera cansado de soplar y soplar. Nos miramos enrarecidos y continuamos bajando por las ahora escaleras de caracol a la vez que comenzábamos a escuchar lamentos de otro lado de la escalera ─ Estamos en Camarones ─ se colocó a mi lado ─ ¿Así se llama aquí? ─ asentí, eran inconfundibles aquellas extensas escaleras siamesas de caracol ─ Si, aparte de que jamás sirven del todo las escaleras eléctricas, creo que aquí no las hay ─ seguimos bajando y entonces comencé a vislumbrar al minotauro, tenía unos cuernos color marfil y una cabeza blanca adornada con una cadena de bronce alrededor del cuello. ─ Se la hizo Hefesto y solo lo ocupa en ciertas ocasiones ─ seguimos bajando con cautela, creo que necesitaré un carcaj para esto.

─ No hables y por favor quédate detrás de mí; ah que bueno que ya guardaste eso. Tiene una mala relación con las espadas ─ seguimos avanzando con un cautela, hasta que terminaron las escaleras y solo quedaba cruzar el umbral que custodiaba ─ Minos, dame permiso ─ bufo con fiereza ─ No lo repetiré otra vez, apártate ─ y entonces una sombra se lanzó contra mí derribandome de bruces ─ Sácame de aquí ─ me giré asustado ─ ¡QUE TE REGRESES! ─ castañeo el piso con sus enorme pies y fue arrojada contra el ojo brotante de almas, me levanté y se hizo a un lado dejando que pasaramos pero me tomo de la misma forma que Caronte y giró su cola dos veces ocho, una vez cuatro y tres, y por último dos veces nueve ─ Gracias ─ me soltó y volvió a golpear el piso

─ Pensé que vería al menos a alguien aquí ─ exhale con angustia ─ No comas ansias, pronto verás que nos prepara esta velada ─ seguimos caminando hacia el andén, mi mano vibró y ya tenía de nuevo la Espada Dual en mis manos ─ Si te lo preguntas se llama Angelus literalmente significa mensajero en latín pero todos la conocemos como Ilustrísima, lo sé muy de ellos ─ asentí pero creo que me quedaré con Espada Dual, conforme nos íbamos acercando veíamos como las personas se arremolinaban hacía la plataforma, la espada comenzó a destellar en morado ─ Vamos hacia las escaleras para cambiar de dirección ─ asentí pero conforme íbamos avanzando un gemido grave se oía cada vez más cerca, mire a Agramón quien comenzaba a ponerse nervioso por la cantidad de personas que iban apareciendo, no importaba que tanto las empujaramos o nos escurrieramos entre ellos seguíamos lejos de la dichosa escalera.

─ ¿Cómo supondrás que inicia la ventisca? ─ me preguntó mientras me tomaba de la mano, miré a las bocinas de la estación que empezaban a transmitir algún tipo de ruido ─ Por ahí ─ lo jale hacia mí señalando un tipo de respiración o tragaluz ─ Tal vez pero es más sencillo de lo que crees ─ lo miré contrariado, negó y siguió jalandome ─ Ahí viene ─ un rumor comenzó a crecer, las personas lloraban y comenzaban a aferrarse a las paredes, es curioso que les siga diciendo personas cuando realmente son almas. En fin, algunas se tiraron al piso pero dejaron un espacio libre para que pudiéramos correr hacia las escaleras, comenzamos a correr pero de nuevo, una sombra se abalanzó sobre mí tirándome de bruces ─ ¡Ay no mames! ─ me enfureci y me giré para ver de quien se trataba.

Su diadema con flores rojas era excepcionalmente característico, su ceja bien delineada por primera vez, aquella nariz aguileña que era decorada por unos labios rojos bien delineados e intensos. Su huipil negro con bordados de animales en el escote resaltaban a pesar de que las luces comenzaron a tintinear ─ Como siempre, cundo me alejo de mi Tierra me llevo en mis entrañas mis amorios, mis besos, mis pinturas. ¿Cómo están allá arriba? Los extraño rete harto, a mi nieto Cato mandale mis besos y ve si sus ojitos siguen bienAgramón me tomo por los hombros para levantarme ─ Entrégale esto ─ me dio un alcatraz ─ Dile que me saqué y que descubra quien me metió en es cuchitril ─ me soltó y me pude levantar, comenzamos a correr y mientras el gemido se hacía cada vez más grave ─ ¡Vagones! Cuando los trenes lleguen al mismo tiempo a la estación crearán un vacío ─ ─ Tardaste demasiado en averiguarlo ─ y entonces escuche la bocina. Ya había llegado.

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