Youth

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— Mierda — me gire viendo hacia el techo abovedado, mi cabeza me dolía terrible — ¿Dónde estoy? — abrí mis ojos parpadeando varias veces para acostumbrarme a la luz blanquecina de la plataforma, me recosté contra la pared, miré hacia la derecha en donde había una pareja envuelta en cobijas así que me levanté con pesadez — ¿Dónde estamos? — se giraron a verme — En la Caína, Peter Landon — me acerque a ellos, la mujer traía su cabello ondulado amarrado a una dona mientras que el hombre era robusto con una mirada que te recordaba a un cerdo genérico con lentes; ya saben, ojos diminutos, boca como de una trompa y grandes cachetes — Me recuerda la estación de Viveros/Derechos humanos un poco — ambos se vieron — Es que solo hay un par de escaleras y no hay cambio de dirección... — me quedé buscando alguna señalización que me indicara a dónde ir — ¿Quienes son? — comenzaron a caminar hacía mi de manera ridícula, sus pasos eran cortos y apresurados. Demasiado exagerados —Somos aquellos que mataron a su hija en la torre donde los cardos se comen — asentí levemente — ¿Y por qué no hay otras almas? — menearon su cabeza despreocupadamente — Luzbel cree que es mejor, ha visto como has atravesado el infierno impecablemente — levanté una ceja — Puedes decirle que no lo hice solo, tuve ayuda — dije mientras caminaba a las escaleras.

— Espera — me giré hacia ellos quienes comenzaron a saltar — Tenemos que decirte algo, serás juzgado por tus acciones en el último piso y serás traicionado por aquel que que tenga la marca con la que cargaras saliendo de aquí — levanté la palma de mi mano enseñado mi runa — Timore, la runa de los hijos de Agramón; pero no muchacho. Será una que de piel te hará cambiar mientras tu cuerpo yacera colgado en el bosque de los suicidios — mi corazón se detuvo, son demasiadas profecías dentro de una misma persona — Sabía que iba a morir pero no creí que uno de ellos lo fuera a hacer — exhale un vaho — No queda mucho tiempo, Peter haz lo que te dijo Julio y no olvides quien es el objetivo — comenzaron a congelarse lentamente así que se giraron para encontrarse. Se congelaron abrazados, la corriente de aire venía del pasillo, me da un poco de gusto que saldré de aquí de algún modo aunque tal vez abandoné este espacio pero ellos saldrán mientras mi cuerpo cuelga en el árbol de la estación Portales hasta el final de los tiempos; ahora es cuando caigo en cuenta de que hay peores lugares que la muerte. Comencé a caminar por el pasillo que era iluminada por una blanquecina y fría luz, los ríos dorados se relentizaban cada vez más y siendo sincero eso me inquieta de muchas maneras; ni siquiera sé dónde está Agramón y Arantza.

Un arco describía el umbral de la próxima estación, bien ya falta poco así que será mejor apurarme — Bienvenido a Antenora, viajero — dijo un hombre con grandes patillas cuando crucé el umbral — Gracias — dije mientras caminaba por la estación tranquilamente, miré por el rabillo de mi ojo como se mecía al caminar — Su alteza serenísima, se me dice mancebo ingrato — me detuve a verlo — Ni creas que te voy a decir así — frunció su ceño — Niñato malagradecido habla con respeto — sonreí — Su alteza serenísima es un idiota — rodé los ojos mientras comenzaba a caminar de nuevo, ví el cambio de dirección — ¿Seguro que vuestra intensión es seguir? — me detuve, me gire y lo encare — Ahora vuélveme a preguntar si estoy listo para morir — sonrió orgulloso — No será necesario soldado, sé ve a lenguas cuando uno está listo para enfrentar los deparos del destino y no tiene la idea de fallar pero tampoco tiene duda de que no regresará es por eso que te diré esto. El devorador de estrellas estará con el Soberano Gobernador de este lugar — asentí mientras se congelaba haciendo un saludo militar — Gracias — sé que estoy a punto de encontrarme con Marcelo o Julieta y estoy listo para lo que sea que venga, desvíe mi mirada hacia la dirección del viento y como agitaba un cartel, Niños Héroes/Ciudad de Justicia. El diablo tiene un ácido sentido del humor.

Camine hacia el cambio de dirección, comencé a bajar las escaleras esperando que lo que fuera que me fuera a encontrar se mantuviera como lo han hecho hasta ahora los tres últimos anfitriones, tranquilos y sin el deseo de quererme matar. El líquido infernal se había congelado en las paredes así que creo que voy por buen camino, un par de arañazos aparecieron en aquellas paredes — Aquí yace la maldita perra traidora de Julieta — saqué a Jonas — Amigo, es nuestro turno — inhale y crucé el umbral. 

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