Instinto maternal

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Pov Yugi...

¿Donde estoy? Y ¿Porqué me siento tan agotado?

Quiero abrir mis ojos pero están muy pesados. Solo escucho... Voces... ¿Voces infantiles?

— ¡Mamá... Mamá ven...!

— ¡Tengo miedo, mamá ayúdanos...!

— ¿Dónde están...? ¿¡Me oyen!? ¿¡Dónde están!?

— ¡Aquí estamos!

— ¿¡Dónde!?— solo veía oscuridad pura. Ni siquiera un destello de luz a mi al rededor.

— Estamos... En el bosque...

Su voz se fué desvaneciendo y yo desperté. Tenía mis ojos húmedos y mi cabeza me daba vueltas. Me sostuve el pecho y me enderecé rápidamente.

— Joven Yugi, despertó— dijo alegremente una jovencita a mi lado— ¿Cómo se siente?

— ...

— ¿Está bien?... Debe descansar, su herida...

— Debo irme.

— ¿¡Qué!? No puede, su herida está muy mal y...

— No estoy pidiendo permiso... Me están llamando. Siguen con vida.

No perdí tiempo en dar explicaciones y simplemente me transformé y salí corriendo de la carpa donde estaba.
A pesar de los llamados de la chica y los intentos de algunos guardias por detenerme yo simplemente me fuí corriendo adentrándome más en el bosque.
Si lo que había soñado era una señal... Entonces el bosque era el principal lugar donde debía comenzar a olfatear.
Aunque era inmenso, abarcando poco más de 2.5 millones de km², el perímetro donde podían estar era relativamente pequeño.
Si bien el día del ataque al pueblo, su casa fue destruida, lo más lógico es que hayan corrido al bosque que tenían cerca de ellos, por lo que estarían del lado de la entrada de los Phoenary.

Debía evitar cruzar directamente, así que intentaría rodear lo más posible el castillo y el pueblo. Por ello opté por desviarme antes de llegar al río donde me reuní con mi madre hace unas noches y tomar el sendero hacia la montaña.

Pero en mi camino no muy lejos del río, comencé a olfatear algo y una enorme necesidad de ir en una dirección concreta se apoderó de mí ser.
Se podría decir que simplemente seguía a mi corazón, ni siquiera estaba pensando simplemente actuaba por instinto quizás, no estoy seguro.

El olor era cada vez  más intenso y fue cuando comencé a notar que era el olor de ellos.
Al acercarme más, me daba cuenta que faltaba un olor... Aquella chica con olor a nueces no la podía identificar.
Solo olía a fresas con menta y arándanos con mango.
Fue entonces cuando ví, a los pies de un árbol, dos cachorros albinos durmiendo uno junto al otro.

Me acerqué sigilosamente pero sus sentidos eran muy agudos, así que logré despertarlos.

— ¿Quién eres? ¡Aléjate o... Ya verás!— yo no me pude resistir y sonreí de ternura. Liberé un poco de mis feromonas para calmarlos lo cual parecía funcionar.

— Ese olor...— dijo la lobita para comenzar a caminar hacia mí.

— Lumine... ¿¡Lumine qué haces!? ¡Te va a comer!

— ... — se paró frente a mí y me olfateó

— Eres tú...— dijo y después me miró a los ojos— Tú eres el lobo que solía visitarnos en nuestro hogar ¿Cierto?...— me olfateó una vez más— al fin te encontramos— me sonrió— Luka, es él, él es el chico que mamá dijo debíamos buscar.

Los hermanos MutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora