3 días

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— Ya todo está listo. Estamos listos para partir en tres días.

— Muy bien. Puedes retirarte.

El Omega se inclinó ante su Alfa y se retiró de la habitación. Por otro lado, una joven mujer de cabellos rubios, ojos amatista y tez nívea entró por la puerta de la oficina.

— Madre.

— Atem, prométeme que lo traerás de regreso. Así como tu padre lo dijo, lamentablemente partió antes de cumplir su promesa...

— Madre... Te prometo que lo traeré de regreso.

La mujer de cabellos dorados sonrió. Se acercó al Alfa de 22 recién cumplidos. Tomó ambas mejillas con sus congeladas manos y depósito un beso en una de ellas.

Al ser una mujer joven, podría confundirse fácilmente con una hermana de los tricolores, pues a sus 38 años, la mujer era madre de seis tricolores; cuatro propios y dos hijastros.

— Prométeme que te cuidaras tú, y que cuidarás a tus hermanos.

— Lo prometo, madre.

La mujer sonrió y lo abrazó. Miró a la gran ventana que tenía a su derecha y se acercó a ella.

— Sigue entrenando... A pesar del frío que hace allí fuera.

La primavera estaba cerca, pero aún se podía apreciar el panorama cubierto de nieve y el ambiente frío y fresco. La montaña no es específicamente el lugar más cálido en ninguna temporada, pero en invierno era como estar dentro de un glaciar.

— Quiere estar preparado para luchar si hace falta. No sabemos a qué nos enfrentamos pero a él no le importa— argumentó Atem mientras también observaba por el ventanal de cristal como su hermano entrenaba con otro chico fuera del castillo— Quiere traer a Yugi de regreso sano y salvo, aunque eso signifique perder su propia vida.

— Lo ama demasiado. Pero él finje que no.— argumentó Nazira, la joven mujer a la que llaman madre.

— ¿Lo... Sabes?— expresó con sorpresa.

— Por favor, ambos sabemos que es muy notorio. No solo es la culpa, también es la necesidad de protegerlo. Hasta me hace pensar que...

— No, imposible, es decir... Son hermanos.

— Hermanastros.

— Tienen vínculos fraternales, no pueden... No deben... Sería incesto.— Nazira solo miró a Atem y sonrió de lado.

— Si te soy sincera Atem... Eso es lo que menos me preocupa...— suspiró.— El hecho de que ambos sean Alfas...

Un par de toques en la puerta ya abierta de la habitación interrumpió la conversación de ambos. Al mirar se toparon con un par de ojos zafiro que ambos conocían.

— Hola Atem.

— Madre, que sorpresa...

— Me voy. Te veo luego Atem.— se despidió Nazira seria pero delicadamente mientras miraba a Oana; la madre biológica de Atem y Yami.

— Si anda, vete. Mi hijo y yo tenemos cosas personales que atender.— soltó con enfadado.

— No te preocupes Oana, no me interesa nada que tenga que ver contigo.— respondió con indiferencia y molestia.

— No dijiste lo mismo cuando te metiste con mi marido— gruñó la mujer de cabellos castaños y canosos por la edad, la cual era 15 años más grande que Nazira.

— ¿Han pasado 15 años y sigues con lo mismo? Él ya murió hace tres años y tú sigues de rencorosa.

— Me quitaste a lo que más amaba.

— Pues que extraña manera de amar era la tuya. Cada vez que estaban juntos eran puros pleitos, incluso frente a tus propios hijos.

— Ay si claro, tú eres la madre del siglo. Te recuerdo que la que perdió a su propio hijo fuiste tú.

Las palabras de Oana siempre buscaban hacer enfadar o lastimar a Nazira. Por lo regular eran solo pequeños arañazos. Pero hoy, sus palabras se sintieron como una daga que le atravesó el corazón. Tanto así, que por primera vez en mucho tiempo, Nazira derramó lágrimas provocadas por Oana.

— Nazira...

— Déjala Atem. Que llore por ser tan zorra con mi marido. Si no estuvieras aquí, tu hijo estaría entre tus brazos y yo felizmente disfrutando de mis dos hijos.

— Pero Nazira está aquí y no la puedes ignorar, madre.— elevó la voz y colocó sus manos en los hombros de la joven mujer— Cómo sea que haya sucedido la historia, mi padre la hizo parte de la familia y así la vamos a tratar.

— Pero...

— Pero nada, madre. Con todo respeto, pero te recuerdo que ahora yo soy el Alfa aquí y aquí se hace lo que yo diga. Y si yo digo que Nazira es parte de la familia y mi segunda madre... Así se respetará.

Nazira salió casi corriendo de la habitación dejando solo a Atem y su madre.

— ¿Tu segunda madre?— reclamó Oana furiosa— ¡Podría ser tu hermana! ¡Tiene 16 años más que tú!

— La edad es irrelevante. Mi padre la amó así como te amó a tí. Ambas fueron esposas de mi padre, por lo tanto, ambas son mis madres.

Oana se quedó callada.

La brisa de la cortina de agua le golpeaba el rostro

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La brisa de la cortina de agua le golpeaba el rostro. Se sentía como si delgados alfileres se clavaran en cada poro de su piel a causa de la muy baja temperatura del agua que bajaba de la cascada en esta temporada invernal.

Como cada día que pasaba, Yami se sentó en la orilla de la piedra justo donde se hacía la separación entre un lado y el otro.

Al rededor solo escuchaba el sonido del agua golpeando fuertemente las piedras de abajo, las cuales le ponían fin a la cascada.

Sacó la carta previamente escrita y la ató a una roca. La tomó ente sus manos y la contempló por un momento.

Desde que Yugi desapareció, Yami había lanzado cartas al otro lado en una vaga esperanza por que Yugi las leyera. Pasaron 3 meses cuando las cartas dejaron de acumularse y simplemente desaparecían.

Yami siempre le decía que se dejara ver pero él jamás aceptó. Ni siquiera respondió una sola de esas cartas.
Aveces se preguntaba si realmente es Yugi quién las recibía.

Escuchó el crujir de un par de ramas. Había llegado.

Él sonrió y arrojó la roca al otro lado. Cerró momentáneamente los ojos y al abrirlos notó que la carta había desaparecido.

— ¡Tres días más, Yugi!... Vendré por tí.

El tricolor se puso de pie y se fué.
Mientras, al otro lado de la cascada se encontraba un tricolor oculto entre los arbustos y matorrales. Con una expresión de dolor, lágrimas cayendo de sus ojos y un pedazo de papel estrujado contra su pecho.

Te odio... Pero a la vez te necesito...

El susurro del tricolor solo pudo ser escuchado por el viento. Palabras de dolor eran las que la brisa fresca transportaría ese día, llevandolas a un lugar apartado del corazón del joven que en unos días, cumpliría sus 19 años...

Continuará...

Los hermanos MutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora