[En corrección]
Una vez te adentres en el orfanato Parckson, cosa que te resultará muy fácil. Ya no podrás escapar con la misma facilidad. Y cuando descubras lo que este oculta entre sus muros, ya no habrá retroceso.
Estarás condenado.
...
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En medio de un estado de estar medio despierto y dormido, un portazo me hizo dar un ligero gran bote de mi cama. Reconocí sus estúpidos zapatos sobre el suelo. Posicionarse frente a la cama.
—Vas a llegar tarde.
Su voz se juntó con el sonido ambiente de fuera. Hasta que cerró la puerta.
Hice un sonido de queja y me puse bocabajo, la verdad es que nunca había tenido el sueño profundo, cualquier ruido me despertaba. Según yo.
Mi padre empezó a zapatear en el suelo y al cabo de unos largos segundos lo miré de reojo. Con el cojín y manta sobre la cabeza. Lo observé de arriba a abajo. Él ya estaba vestido, de brazos cruzados bastante tranquilo. Soplé poniendo la almohada sobre mi cabeza, la luz me molestaba mucho.
—Dejame unos minutos más.
—Vas a llegar tarde —Bajó su postura extendiendo sus brazos. Repitiendo de nuevo la frase —. ¿Te lo vuelvo a repetir?
—No, no. —tiré de mala gana la almohada a un lado de la cama para poder coger el móvil que estaba en la mesita de noche.
«Las siete de la mañana.»
Dejé el móvil con un golpe en la mesilla, recuperé la sábana tapándome de pies a cabeza golpeando el colchón. No pretendía moverme de ese cálido sitio. Ni aunque un meritorio estuviera cayendo sobre la tierra.
—Son las siete de la mañana —dije contra la almohada. —. Te ves emocionado por que me vaya.
—Pobrecito, supongo que querás cambiarte. Arreglarte y todas esas cosas.
Chasqueé la lengua y solté una risa.
—Lo dice el que lleva siempre traje.
Su silencio me hizo estar alerta, en esa posición era muy fácil ahogarme con las sabanas si se lo proponía.