[En corrección]
Una vez te adentres en el orfanato Parckson, cosa que te resultará muy fácil. Ya no podrás escapar con la misma facilidad. Y cuando descubras lo que este oculta entre sus muros, ya no habrá retroceso.
Estarás condenado.
...
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La figura de Noah apoyada en el marco de la puerta me hizo respirar hondo. Por suerte no había que salir corriendo.
Él me miraba de brazos cruzados con una gran sonrisa de oreja a oreja. Pero aún así eso no tapaba la cara de sueño y recién levantado.
—¿Qué haces? —Era claro que no se había percatado del Peque, normal, no podía verlo.
Señalé a este con los brazos extendidos, pero Noah arrugó las cejas al no entender nada, mirando a su alrededor.
—Cierto no lo ves.
El Peque se lanzó a mis brazos despeinándome por completo, y escondiéndose detrás de mí. Como si Noah se tratase de La llorona o el payaso It.
Él al darse cuenta de la situación que nos rodeaba adoptó una pose más cercana y tranquila.
—¿Me oye? —preguntó, desde la puerta. Podía ver su intención de querer acercarse, pero se mantenía ahí para no causar un desastre.
Afirmé y él sonrió.
Abrazando su cuerpo en un escalofrío, menos mal que aún conservaba la chaqueta. De no ser así estaría congelado.
Temía por lo que Noah fuera a decir. Miré al Peque asomar su cabeza de entre mi brazo, él también estaba expectante.
—¿Por qué te caigo mal renacuajo?
Intentó alzar la vista en busca de algo que no podía ver.
Miré atento la respuesta de aquel niño. Solo le pedía al universo que no hiciera arder la cara. Este comenzó a apretar los labios con una cara de pura ira. Y cuando estaba por ponerse morado de no respirar, soltó una pedoreta. Que de no ser Peque, se hubiera oído hasta en el orfanato.