[En corrección]
Una vez te adentres en el orfanato Parckson, cosa que te resultará muy fácil. Ya no podrás escapar con la misma facilidad. Y cuando descubras lo que este oculta entre sus muros, ya no habrá retroceso.
Estarás condenado.
...
—¿Quieres pasar y lo compruebas? Hay mucho que limpiar.
—...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Qué queréis que os diga. Mi corta vida se acababa de venir más abajo de lo que ya estaba. Sentía mi respiración pero no mi alma. Me costaba incluso satisfacer a mis pulmones.
No sabía cómo ayudarle, me sentía impotente al verlo. Con ganas de romper todo con ira. Necesitaba ir a por mi padre y reclamarle por todo el daño que le hizo a Noah, por todas las injusticias que le hizo pasar. Porque, que se metiera conmigo lo toleraba, pero no el hecho de que él hubiera hecho a Noah odiarse hasta el punto de quitarse la vida.
Me aterraba la idea de que podría haber existido la posibilidad de que Noah no estuviera aquí, en mis brazos. Que nunca lo podría haber conocido. En la vida me habría hecho a la idea del daño que Noah albergaba en su interior. De todo lo que se había callado hasta ahora. Porque él no era de hablar de sus sentimientos. Sólo quería que él supiera que yo estaba a su lado. Pero hiciera lo que hiciese no podía arreglar el daño que mi padre había causado.
Temblaba por el frío y la rabia que tenía contenida, y por algo más que no lograba canalizar. El baño estaba tenue, y se había quedado en silencio después de tantas horas. Un silencio que se sentía diferente a todos los demás que nos habían acontecido.
Le había prestado a Noah mi sudadera, el cual lloraba en mi pecho, con un llanto desgarrador que solo me ponía más el bello de punta. Abrazaba su cuerpo soltando quejidos que sonaban cortados por el esfuerzo en exceso que estaba haciendo su garganta.
Saqué mis manos que habían estado metidas entre la sudadera y su pijama para mantenerlo caliente, y las bajé hasta las suyas.
Acaricié sus muñecas sintiendo aquellos cortes provocándome un escalofrío. Entrelacé nuestras manos apoyando mi barbilla en su cabeza, y planté un beso en esta.
—Noah. —susurré, hasta decir su nombre me resultaba raro ahora. No tenía voz a causa de haberme guardado el llanto.
Negó separando nuestras manos, cerré fuerte mis ojos rodeando su cuerpo con fuerza.