Capitulo 8

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Narra Daniela (la hija de Teodora)

1 hora antes del cumpleaños.

Aparqué el coche, esperando a que viniese la mujer pelinegra que estuvo con Uriel la última vez. Esperando en el coche, empecé a recordar por todo lo que pase hasta llegar el día de hoy.

Casi toda mi infancia la pase sola, sin ninguna compañía ni ninguna amistad. Yo con mis 12 años en el colegio era la chica marginada e invisible que siempre estaba en una esquina, desayunando sola.

De verdad que yo intentaba entablar alguna conversación con cualquier compañero de mi clase, pero cada vez que lo hacia esa persona se burlaba de mi.

Pero yo sabia cuál era el motivo.

Cada vez que me veía en el espejo, entendía el porqué nadie quería acercarse a mi o tener alguna amistad conmigo. Tenía una cicatriz muy grande en la cara, que me hacía ver como un monstruo muy feo.

Esa cicatriz me la hice cuando mi "padre" intentaba tirarle un vaso de vidrio a mi madre, quise apartarla para que no le diese pero al hacerlo ese vaso vino directamente a mi cara, causándome una rajadura muy profunda.

Él después de ver mucha sangre se asustó y se escapó como un puto cobarde. Se escapó después de hacernos pasar por un verdadero infierno.

Mi hermosa madre siempre intentaba mostrarme que no estaba quebrada, para que no me pusiese más depresiva. Tapando toda su tristeza con un gran sonrisa.

También me decía que no hiciese caso a lo qué dijese la gente, porque mi belleza era única y distinta a las demás personas.

Intentaba seguir los consejos de mi madre pero no podía, porque todos los días se repetía lo mismo. Cada vez que salía del colegio y iba a casa, lo primero que hacía era entrar a la habitación y encerrarme dentro para empezar a llorar a mares, mientras que mi madre venía para consolarme en su regazo.

Día tras día, hasta que en uno de esos días al entrar a casa vi a un niño rubio que parecía mayor que yo por algunos años, sentado en el sofá y jugando con un videojuego. Mientras que mi madre estaba preparando la comida en la cocina, canturreando una canción con felicidad.

Con confusión, tiré la mochila en el suelo y me acerqué a mi madre para preguntarle quién era este niño y ella me respondió con una sonrisa que era el hijo de sus jefes. Yo le respondí con un "vale mamá, hoy comeré en mi habitación".

Mi madre me iba a decir algo pero se calló al escuchar la voz del niño rubio detrás nuestro.

"¿Quieres ser mi amiga?" Me preguntó al estar cerca mío.

Yo en cambio agache mi cabeza para que no viera mi cicatriz y me giré para marcharme a mi habitación, pero me detuve al volver a escuchar su voz.

"¿Me llamó Uriel y tú cómo te llamas?"

Estaba muy nerviosa porque era la primera vez que alguien quería hablar conmigo. Pero respire hondo y me giré hacia el, contestándole con timidez.

"Me llamó Daniela" le dije y noté como mi madre estaba sonriendo al ver que estaba entablando una conversación sin ningún problema.

Él me sonrió con felicidad sin importarle en absoluto mi gran cicatriz y se acercó otra vez hacia mi.

"¿Te gustan los videojuegos?"

Asentí con timidez y él me cogió de la mano para ir al salón y jugar juntos. Y desde ese día nos convertimos en amigos.

Vida en fuego © [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora