Capitulo 10

4K 258 64
                                    

Uriel

Cuándo llegamos a la cárcel del Condado de Fremont, uno de los cárceles más peligrosas de Estados Unidos.

Pregunté por el nombre de mi madre y nos dijeron que pasáramos a esperar en la sala de visitas hasta que salga de su celda.

De camino a la sala me fijé que habían bastantes personas sentadas en las mesas, esperando a sus amigos o familiares a que salieran de sus celdas también.

Al entrar a dentro, algunas de las personas que estaban sentadas, dirigieron sus miradas cautelosas hacia nosotros.

Apreté mi mandíbula con fuerza al ver que algunos hombres empezaron a mirar a Cyra de arriba a abajo.

Que pusieran sus ojos en mi pequeña, me hizo que la vena de mi cuello empezara a palpitar con rapidez.

Cyra al notar eso enrosco su mano con la mía para tranquilizarme.

—Sentémonos en esa mesa, cariño—me señaló una mesa vacía.

Asentí y al sentarme en la silla, miré por todos los costados para ver si algún hombre seguía mirando a Cyra.

Me calmé al ver que nadie la estaba mirando.

Cyra es mía, nadie puede mirarla.

Y si hace falta matare a esa persona con mis propias manos si se cruza de la raya.

Salgo de mis adentros al escuchar la dulce voz de mi pequeña.

—Cariño nadie me está mirando, estate tranquilo. ¿Vale?

—Lo se, si no ya hubiera matado a alguien.

Ella rodó sus ojos y giró su cabeza hacia atrás al escuchar la puerta de la sala abriéndose por unos guardias.

—¿Uriel?—dirigí mi mirada hacia esa voz.

Al hacerlo vi a una mujer con el cabello rubio y con los ojos azules zafiros como los míos, viniendo con pasos acelerados hacia nosotros.

—¿Mama?

Me levanté de la silla al ver como venia con los brazos abiertos hacia mi y con los ojos cristalizados a punto de llorar.

—Hijo...¡estas vivo!—me abrazó fuertemente y yo le devolví él abrazó—No sabes las veces que llorado cuando escuché la noticia de tu muerte—se separó de mi para empezar a repartirme besos en la cara y acariciar mi pelo como si aún fuera un niño pequeño.

Mi madre se dio cuenta que Cyra también estaba de pie al lado mío, mirando la escena con los ojos llorosos.

Al darse cuenta de eso, se acercó hacia ella para abrazarla también.

—Sentémonos—les dije al ver que ya se separaron del abrazo.

Hicieron caso a mi petición y nos sentamos los tres en la mesa.

—¿Como estás hijo?—me preguntó mi madre con una sonrisa en su rostro y puso su mano encima de la mía—¿Te estás recuperando?

—Antes no estaba bien mama. Pero ahora que estoy rodeado de mi querida familia y mi hijo, hace que mi pérdida de memoria sea insignificante. Si no fuera por ese accidente hubiera venido a visitarte mamá. Lo siento...

Vida en fuego © [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora