POV YAMI.
Sin pensarlo, sin quererlo y sin planearlo llegaste a mi vida nunca lo llegué a imaginar..
Tocaste mi alma y yo la tuya, sin darme cuenta ya habías entrado a mi corazón llenándolo de amor y cariño.
Y se que te vas a ir... Pero no puedo...
Una gran tensión y silencio se apoderó del ambiente, con nerviosismo miraba a ambos, la insistente y empalagosa peli rubia abrazándome de la cintura con fuerza. Sin dejarme respirar.
Y aquel chico con esa determinación escondida, que ahora la mira de forma tan furiosa. Sin duda, este ambiente es asfixiante, incluso tengo tanto miedo de respirar.
¿Qué es esto?.
—¿Interrumpo?— la miró.
—Sí, es mejor que te vayas. Yami y yo tenemos "asuntos" que atender.
El frunció aún más el ceño, y con una sonrisa un poco demasiada forzada se cruzó de brazos caminando hacia nosotros.
—No creo que sea lo mejor. Yami esta muy cansado, ¿no es así?.
Me miró con una sonrisa.
—Bueno en realidad— cerré la boca al verlo mirarme de forma tan amenazante, trague saliva con dificultad. —Quiero decir, sí. Muy cansado, tanto que estoy a punto de desmayarme.
—Oh, pobre— Mai pasó sus manos sobre mis hombros. —¿Deseas que haga un masaje?.
—Eso no sería tan— Yugi me interrumpió, agarró mi mano, y con fuerza me apartó de ella.
—Que buena idea, Mai. Yo me encargó.
—¿Qué? ¡Pero—
—Insisto, yo soy el causante de su dolor. Es mi responsabilidad ahora.
Una sonrisa de victoria se formó en todo su rostro, orgulloso por lo que hizo, me llevó de la mano hacia su habitación.
—¿Qué es lo que te pasa?— preguntó con curiosidad.
—No entiendo de qué hablas— suspiró.
—Te peleas te allá afuera con Mai, tenía miedo de que en algún momento quisieras, ya sabes, lanzarte sobre ella y matarla.
Suspiro cansado, murmurando maldiciones hacia la plei rubia, una sonrisa juguetona se extendió de mejilla en mejilla. Me miró confundido.
—¿Qué pasa?— lo miré con un puchero. —¿Acaso estabas celoso?.
Fingía curiosidad inocente.
Su rostro se volvió serio mirándome amenazante..
Algo me decía que esto no iba a terminar bien..
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—¡¡Basta maldita sea!!— exigí esquivando cada objeto que me arrojaba.
—¡Eres un idiota!, ¡¿Crees que estoy de puto humor para tus estupideces!?— arrojó un florero.
