20. Francia.

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Alaska

Fue difícil salir de aquel lago después de todo lo que pasó, pero los gritos de los demás nos regresaron mi verdadero objetivo, continuar avanzando hasta llegar a Francia, no importaba si eso implicaba a dejar gente atrás, ahora era su turno de recibir una mano amiga después del trago amargo que han tenido que pasar.

El viaje me imaginaba que sería en un barco, pero sinceramente no esperaba un barco tan grande como al que logramos subirnos, por obra de las Forjadoras sin duda alguna. Esa ayuda fue ajustada perfectamente a todos nosotros, no tendríamos que esperar que algo en el mar nos trajera problemas como ser infectados por euphoria, fueron días de paz y a veces de desesperación por no creer que logaríamos cruzar hasta nuestro destino, pero Úrsula fue nuestro timón en todo este tiempo, sin ella y las fuerzas de las otras dos Forjadoras, jamás lo habríamos conseguido y por tanto tiempo.

Yo podría tener algo extraño en mi sistema, pero la magia que ellas manejaban, estaba completamente fuera de este mundo, buscaban ayudarnos siempre y empezaba a creer que Úrsula seguía otro propósito desde hace ya varios días que no tenían que ver exactamente con salvar a muchas personas más, sino algo más complejo que ello.

Nunca quería dirigirme la palabra, pero en el fondo sospechaba su verdadera razón.

Los últimos días a los que nos enfrentamos a un mar violento y bravo, eran los más preocupantes de todos, sobre todo porque el agua era realmente escasa y no teníamos fuentes naturales, fue la incertidumbre más dura de todos saber si lo conseguiríamos o decaeríamos a tan poco de conseguirlo.

Una vez visualizada las tierras europeas, no quedaba duda, lo habíamos logrado. Y ya estaban a nuestra disposición más hechiceros que nos recibían con una sonrisa peligrosa ante nuestra llegada. Eran los hechiceros del Instituto de Francia.

— Son muy cálidos con cualquier amigo hechicero que reconozcan, pero tampoco se confíen, saben más de lo que creen—habló Úrsula cuando comenzamos a dejar el barco y nos acercábamos a donde ellos estaban. Finalmente, en tierras francesas.

— ¡Veo que lo han pasado un poco mal! —gritó uno de ellos mientras nos acercábamos a paso lento, el viaje en barco era demasiado cansado una vez que pisabas la tierra de nuevo.

— ¿Un poco? Yo creo que más de lo suficiente y de lo humanamente debido—responde irónico Diego a pesar de que el hechicero también había logrado escucharlo.

— Bueno, ustedes no son exactamente humanos, si vamos con esas definiciones.

— Si fuéramos humanos estaríamos muertos—responde Adam completamente serio, dejando el ambiente más tenso de lo que esperaba cualquiera, y tenía razón, esto se salía de nuestras manos.

— Es por eso que han venido a visitar a sus hermanos y hermanas francesas, ¿no? —habla el hechicero tratando de alegrar los ánimos.

Otros 3 hechiceros lo acompañaban a su lado y a todos ellos le seguían una fila de sonrisas presumidas. Podían fingir que eran seguros y confiados, pero para mí era tan fácil deducir que también estaban sufriendo por cómo los había tratado euphoria.

— Así es—habla de nuevo Adam, que solo se dedicaba a mirarme a mí, dándose cuenta de lo que pasaba con los 4 hechiceros, también había leído mi mente.

— La última vez que nos visitaste, estabas buscando algo, o, mejor dicho, a alguien—habla el hechicero del cual todavía no sabía su nombre, pero ahora me miraba a mí con una sonrisa extrañamente familiar, y jamás lo había visto en mi vida—, y veo que finalmente lo encontraste.

— Bueno, no fue tan sencillo como eso. Desde ese día ya han pasado años.

— Creo que no nos conocemos—respondo sin ninguna sonrisa en mi rostro, la última vez que intenté ser amable con alguien más, me había hincado el diente en el cuello.

Alaska: RegeneraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora