25. Elige a tu familia.

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Alaska

Sus palabras me habían dejado helada, completamente paralizada, porque sabía qué es lo que estaba buscando decirme, y no me iba a dejar distraer de una forma tan burda cuando ese era su objetivo.

— No importa lo que digan, trae a las Forjadoras, las vamos a necesitar en el centro—le susurro a Fernando, quien abandona mi lado, pero inmediatamente siento la figura del lobo de Adam, también estaba escuchando lo que estaba pasando, y apuesto que los demonios también.

— ¿Por qué te preocupas? Ya te dije que no atacamos a otros demonios—me habla con una sonrisa tonta.

— Y yo no soy un demonio, así que puedes estar tranquilo, ataca con todo lo que tienes porque nosotros responderemos de la misma manera—ni siquiera estaba segura de poder lograrlo, pero tampoco nos íbamos a rendir tan pronto.

El viento agitaba mi cabello con fuerza, dejando que varios mechones se cruzaran en mi campo de visión, pero ni así quitaba mis ojos de ellos, en cualquier momento los podría tener detrás de mí rompiendo mi cuello o quitándome algún brazo.

La tormenta se acercaba un poco más hacia nosotros, era lenta, pero una vez que comenzara, nada iba a detenerla por un muy buen rato, y para entonces, ellos ya estarían muertos en su mayoría.

— Parece que tus perritos están teniendo problemas con los demonios, porque ellos se están divirtiendo—y no mentía, se escuchaban muchas carcajadas en todas las direcciones, mientras nosotros sobrevivíamos y tratábamos de no morir, ellos lo estaban gozando como si de un festival se tratase.

— Pues no les va a durar mucho más esa diversión si es lo que crees.

— Oh, yo creo que sí, Alaska. ¿Qué más podrían hacer? Tarde o temprano van a caer y ese perro blanco también, después, te puedo invitar...

— Jamás en mi vida lo aceptaría, yo no iré con ninguno de ustedes, ¿qué tanto te cuesta entender que yo no tengo que ver con ustedes? —negó frustrado y tal vez algo enojado, comenzaban a desesperarse y eso podría jugar en nuestra contra.

— Conoces a Dante, ya tienes que ver con nosotros desde ahí —en el fondo, las conclusiones comenzaban a formarse en mi cabeza, pero lo negaría hasta que me lo creyese.

— Dante es Dante, y yo soy Alaska.

— Dante es un demonio, acepta las cosas como son—escupe al suelo con rabia, creo que su saliva era ácida—, y él te inyectó algo que te hizo un demonio como nosotros.

— Yo podré ser muchas cosas—Adam ya no estaba detrás de mí, probablemente nos estaban rodeando y los está alejando de mí—, pero no soy un demonio.

— Entonces explica tu lazo sanguíneo demoniaco, ¿o eso es una farsa?

— Yo nunca he tenido señales de que sea un demonio, mi cuerpo no lo hubiera resistido—y no mentía, al menos hasta todo lo que yo sabía, no lo hacía.

— Si no eres un demonio, ¿por qué te mandaron con nosotros? ¿qué creíste que podrías hacer contra nosotros?

— A mí nunca me podrías contagiar euphoria, soy inmune.

— Ah —da un aplauso, regresando la alegría a su cuerpo—, entonces tú eres la famosa elegida de Dante, ya veo. No somos amigos.

— Jamás lo hemos sido.

— Mi error, me disculpo, señorita—hace una señal y lo rodean muchos más demonios, ¿de dónde salen tantos? —. No somos familia como yo pensaba.

— ¡Qué pena romper tus ilusiones! —comento con sarcasmo y este se ríe, divirtiéndose a costa de todo esto.

— Me gustas, qué pena que tengan que ser las cosas así—finge limpiarse unas lágrimas y mira a los lados, todos los demonios esperaban sus órdenes como perros—. En fin, a por ella.

Alaska: RegeneraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora