Alaska
Quítame el dolor...
No estaba segura si quiera de que esa fuera mi propia voz o pensamiento, simplemente apareció en mi cabeza y era en lo único que podía escuchar, sintiendo un fuego quemarme por dentro lentamente hasta consumirme cuando tocó mi mano, dándome una señal no muy positiva: algo quería que el lazo se volviera a formar, y lo supe con exactitud en el momento en el que sus ojos me miraron con intensidad y pude percibir cómo su respiración se agitó mucho más, parecía hambriento de mis caricias. Hizo el amago de acercarse a mí para rodearme con sus brazos, pero reaccioné y me alejé un segundo antes de que lo consiguiera.
— ¿Por qué te resistes? — por un segundo, juré ver dolor en sus ojos, pero fue tan efímero que se me escapó como agua entre mis dedos.
— Porque tú y yo no tenemos nada, Adam. No insistas—me había costado todo el aire en mis pulmones decirlo, pero lo podía justificar por el dolor que sentía.
— Esperé por ti meses, ¡meses! No tienes ni idea de todo lo que he hecho con la manada, con tus padres, todo para verte de nuevo, no me voy a dar por vencido solo porque las forjadoras decidieron lavarte la cabeza.
Había acabado con mi paciencia en el segundo en el que asumió ser el único con razón por aquí. Me giré colérica hacia su dirección acortando la distancia, juntando todo el valor que tenía y resistí el impulso de darle un golpe en esa cara tan bonita que tiene.
— Ellas no me lavaron la cabeza, hay razones que jamás entenderías—repuse aún con mis latidos acelerados, no sabía si eran por el enojo o la incertidumbre de lo que pasaría entre nosotros. Pero estaba más furiosa que nunca que mi voz comenzaba a temblar.
— ¿Cuáles razones, Alaska? ¿Que te quieren para intentar salvar el mundo de un virus peligroso? Si es que no mueres en el intento. En definitiva, no puedo perder a mi prometida si es lo que querías escuchar.
Cerré mis ojos respirando fuerte después de escucharlo. Por un segundo, solo por un segundo, sentí que había traspasado el escudo que con tanto empeño puse en estos meses. Nuestro compromiso.
Pero no había forma de que sucediera, en ese entonces me tenía como adolescente hormonal reunida con su primer amor, capaz de casarse si fuese necesario. Pero ya no, no me pienso casar a mis 19, 20 o 21 años, porque ni siquiera creo que sea capaz de ayudar a las Forjadoras sin morir en el intento.
— Eso ya no existe, ni siquiera tengo el anillo y está claro que se rompió el compromiso cuando dejé Whittier.
Se acercó a mí aún más, si es que eso era posible, hasta el punto en el que tuve que subir mi mirada para verlo a los ojos y sentir cómo su respiración impactaba contra mi rostro.
— ¿Estás segura de ello? —preguntó alzando mi mano como si quisiera mostrar una herida vieja y ahí estaba el anillo. Intenté ocultar mi asombro al bajar la mirada en mi mano, porque no era posible que lo pusiera de una forma tan rápida como para no sentirlo. Otra nueva habilidad: velocidad silenciosa.
Había guardado mi anillo después de meses para entregármelo.
— ¿Lo guardaste...?
— Todo este tiempo, Alaska—susurró lentamente en mi oído y tomó mi mentón delicadamente con su mano, y de nuevo estaban esos extraños ojos, algo se había hecho porque no era normal, esos no eran los ojos de Adam. Tenían un brillo extraño y azulado, no sabía si eso era bueno o malo.
— ¿Qué te hiciste, Adam? — exclamé reflejando algo de dolor en mi voz sin poder evitarlo. Me estaba preocupando de lo que fuera capaz de hacerme a mí o a alguien más. Era un alfa peligroso para todos.
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Alaska: Regeneración
WerewolfYa no existe un chico con un corazón roto en busca de su mate, ahora solo hay un Alfa que pareciese querer matar a todo el mundo, ya no hay rastro de dulzura en su interior. Ya no existe aquella humana que aceptaba todo y se dejaba llevar por el amo...