7. Su llegada.

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Alaska

— ¿Te sientes la gran cosa? —pregunta Kratos usando un sombrero que parecía de bruja o probablemente le perteneció a alguna, pero bueno, formaba parte de nuestro uniforme cuando salíamos y estaba soleado. Solo que no terminaba en punta, se veía con clase.

Era una de las pocas veces que iba a sentir el sol en mi piel después de meses, no quería usar un sombrero, quería broncearme por más imposible que fuera, o quemarme un poco. Sentía que me convertía en un animal de sangre fría después de todo.

Lo miro divertida y niego. No me sentía la gran cosa, que me quisieran dar el título de aprendiz de Forjadora principal no decía nada y tampoco significaba mucho para mí, al paso de esta situación, me podía imaginar enterrada a 3 metros bajo tierra o fugitiva, lo que suceda primero. También existen otras candidatas como Emily, o incluso está Violeta, la chica de poderes tan raros como los míos y unos increíbles ojos violetas, de ahí su nombre que se lo puso ella misma.

— No me siento la gran cosa, y tampoco estoy segura de querer tomar ese cargo.

No sabía si me deprimía, me alegraba o me asustaba mi estado mental cada vez que tenía una conversación con Kratos.

— ¿Por qué no? Después de todo, te sientes la gran cosa y eres la gran cosa, Alaska—quisiera lanzarle algo a la cara, pero a veces olvido que él traspasa todo, es una masa de humo que me persigue. O que yo misma creo.

A veces olvido que Kratos está muerto. Empiezan a hacerse más naturales estas pláticas.

Y que, sin duda alguna, me persigue como mi subconsciente por alguna buena o mala razón. ¿Las Forjadoras lo saben?

— ¿Estás preparada para tu ascensión? Será algo definitivo y cambiará muchas cosas, linda.

— Creo que es necesario, sí—respondo respirando muy profundo, aunque yo sabía que no estaba lista, ni siquiera me dijeron de qué se trataba, pero sabía que quedaría inconsciente por al menos un día— Kratos, ¿no te sientes extraño el día de hoy? —le cuestiono después de sentir que se me iba a salir el corazón del pecho. De la nada mis latidos habían aumentado al punto de creer que iba a morir. Los ataques de ansiedad están de regreso y no pude pensar en algo más absurdo que culpar a la falta de mi collar de hierbas.

— En sí, yo no puedo sentir nada físicamente, soy una clase de masa espiritual, ¿recuerdas? Aunque sí puedo sentir una vibra... fuerte.

Estaba claro, algo andaba mal y no era la única que podía percibirlo. No sabía si podría ser un ataque de pánico o una premonición. Mis manos temblaban como si estuviera a una temperatura bajo cero.

— Más exactamente... ¿qué? —ahora se había instalado un dolor dentro de mi cabeza que me hacía cerrar los ojos. Era punzante, como si me atravesaran el cráneo con agujas.

— Serás forjadora.

...Pero nunca olvides tu pasado...

— Las forjadoras no se pueden casar.

...tienes un compromiso, o solías tenerlo...

— Sin hijos.

... ¿recuerdas tus planes?

— Vives para ayudar a otros.

...ya no perteneces a Whittier, a ningún lugar en específico...

— Eres cazadora.

...tienes una manada de lobos...

— Eres una asesina.

Alaska: RegeneraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora