28. Nuestra partida.

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Alaska

No me quedan recuerdos o consciencia de lo que sucedió después del enfrentamiento, pero no podía olvidar el cuerpo de los demonios que habían osado burlarse de mi familia, porque ellos habían terminado peor que yo, todavía sentía ese olor de carne quemada, y me provocaba náuseas cada hora, no podía retener por mucho tiempo la comida que traía Adam.

Me regalaba sonrisas cuando venía con otra charola con comida, sabía que lo preparaban los cocineros del instituto, pero no podía disfrutarla y no me sabía ni siquiera un poco buena a comparación de la última comida que había preparado mi madre para el instituto.

Una y otra, a pesar de que él sabía que no estaba logrando retener nada más allá que agua, pero se negaba a rendirse cuando le pedía que dejara de traerme algo.

Me estaba muriendo, y no sabía si era a causa del ataque o de la tristeza, pero mi corazón me decía que era lo último, no soportaba dormir. La veía en mis sueños, en mis pesadillas, en mis alucinaciones.

Era imposible no pensar en todas las posibilidades, todas las alternativas que existieron y jamás podrían ser.

No hacerle caso a Diego e irnos al lugar que siempre tuvimos en mente, pero ¿eso realmente lo hubiera solucionado? No, el virus existiría igualmente, solo hubiéramos muerto entre otras personas en un lugar distinto, y sin conocer a mi padre.

Creo que él estaba peor que nosotros, porque la culpa se lo estaba comiendo vivo, la culpa de no estar con ella durante años, años que se desvanecieron entre sus cenizas, porque jamás podrá volver a verla viva, y yo tampoco.

¿Qué se siente perder a tu madre?

Parece que el mundo te come a ti, pero en un agujero negro, porque no queda ni un solo rastro o mensaje de ella, simplemente te sientes verdaderamente solo por primera vez.

Ni siquiera pude despedirme de ella, o decirle que no viniera, que era peligroso y prefería que se quedara conmigo.

— Si no la hubiera llevado a esa pelea, ¿seguiría viva? —le pregunté a Fernando cuando tuve la oportunidad de verlo en mi habitación, muchos venían a dar su pésame.

— Es difícil saberlo, si no la llevabas, ¿quién hubiera muerto? Era algo inevitable, te lo dije—y le creía, si no era ella, pude haber sido yo (sin tomar en cuenta que probablemente voy a morir), pudo haber sido Diego, Dominic, Fernando, Adam, cualquiera.

No podía decir que prefería que alguien más muriera en su lugar, porque tampoco era así, no quería que nadie lo hiciera, y si yo tenía que tomar su lugar, no me molestaría, pero no para poner a alguien más.

— No has llorado mucho hoy—vuelve a hablar, tomando mis manos, estaban frías.

— Ayer lo hice con tanta fuerza y descubrieron que mis ojos estaban delicados, corría peligro de que explotaran o simplemente no pudiera abrirlos más, además—agrego enseñándole el catéter de mi mano—, estoy siendo drogada para evitar recaer.

— ¿Recaer?

— Mantiene mi mente lo más apagada posible y evita que mi cuerpo... bueno, se descontrole.

— Entiendo, es peligroso para todo el instituto.

No iba a durar mucho su visita, ninguna lo hace, solo es Adam el que se queda un tiempo, sin contar la visita de ayer de mi padre y mi hermano, después de un buen rato decidieron también estar solos, ya no podían y de alguna forma les dolía verme.

— Tienes los ojos de mamá—exclamó con un alarido Diego, acariciando mi rostro antes de irse.

Tenía sus ojos, su cabello... tengo su sangre.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2021 ⏰

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