14. Antes del amanecer.

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Alaska

Comienzo a sentir un peso en mi espalda y mis extremidades reaccionan a mi consciencia causándome un ligero dolor en ellas, al mismo tiempo que en mi cabeza se instalaba una molestia punzante, regresándome a donde quiera que esté mi cuerpo ahora. Intento abrir mis ojos y lo consigo con dificultad, notando que no hay tanta luz en el espacio. Al menos esta vez ya no me encontraba en el ala del hospital, ahora solo era mi cama.

Giro mi vista hacia mi izquierda por el ligero destello de luz y me encuentro con los ojos de Adam completamente oscuros viéndome. Me llegó a intimidar e incomodar cómo es que me había estado viendo dormir por tantas horas, y eso lo asumía porque mi cuerpo estaba entumecido de estar en la misma posición por horas. Solo estaba ahí, parecía que no respiraba por mirarme y la luz de la mesa iluminaba su cabello pelirrojo dándole un aspecto de fuego.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —me animé a preguntar cuando conseguí sentarme.

— Mucho, desde que te traje a tu habitación. Las Forjadoras dijeron que eso solía pasarte cuando usabas demasiado de tus habilidades, ¿no tienes algo que decirme respecto a eso?

Desvío la mirada algo incómoda y trato de pasar saliva, pero mi garganta ardía demasiado. Pongo mi mano en mi tráquea y Adam me pasa un vaso con agua que sostiene frente a mí, cuando intento tomarlo, él se niega a soltarlo, tomando mi mano con su mano libre.

— ¿Entonces? —me presiona mientras yo me reclino hacia adelante por su agarre.

— Es... algo que no sabemos. Tenemos la teoría de que mi cuerpo no resiste exposiciones tan fuertes por tanto tiempo de forma prolongada, es decir, mi cuerpo se adaptó a esto, pero es un cuerpo de un humano, así que tampoco le puedo exigir demasiado o esperar mucho, sigue siendo débil.

— ¿Y no te cuidan ni un poco sobre tener estos episodios? A este paso tu cuerpo va a colapsar y probablemente mueras antes de que logremos ayudar a alguien más.

Asiento con algo de culpabilidad porque en el fondo yo sé que tiene razón, pero no sabía qué más podía hacer. Escapar no era una de mis opciones.

— Estaré bien, solo fuerzo mi cuerpo cuando es necesario, no siempre. Normalmente durmiendo unas cuantas horas puedo continuar con lo que sea que haga.

— ¿Qué pasará si un día no despiertas después de forzarlo tanto? ¿Qué se supone que harán las Forjadoras, conseguir a otra Alaska? Porque no hay más—lo miro unos segundos y después tengo que desviar la mirada porque luce bastante enojado, y no lo culpo, si mis padres se enteran, quemarían el campamento por completo.

Bebo un poco del vaso que se encontraba casi helado y derramo unas cuantas gotas que descienden por mi cuello causándome un escalofrío que empeora al ver los ojos oscuros de Adam que también lo había notado.

— Me parece que ya te puedes ir, estoy bien, pero gracias por cuidarme—respondo dejando el vaso de nuevo en la mesa donde Adam estaba recargado.

— A mí me parece que no, la verdad.

— Tengo que tomar aire, me siento sofocada aquí—hablo un poco ahogada por la mirada que me da y tan rápido como consigo levantarme, él también lo hace y cierra la puerta con su mano cuando intento abrirla. La idea de intentar darle unas descargas a través de la perilla fue tan instantánea que ni siquiera me dio tiempo para pensar en cuánto podía debilitarme cuando puse mi mano sobre la de él e inmediatamente me tomó con su mano libre terminando estrellada contra la pared y su cuerpo.

— ¿A qué te resistes? ¿A dónde huyes? —seguía intentando darle descargas a través de mis manos, pero era imposible, el frío caló todos mis huesos al punto que me dolía moverme.

Alaska: RegeneraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora