Extra

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—El dije a Rebeca que ese pase era muy largo —Joaquín y Emilio sonrieron ante el refunfuñó de su hija.

Ramiro, quién parecía igual de ofendido que la pequeña giró el volante para entrar al camino empedrado detrás de la reja mientras Cass seguía repitiendo una a una las jugadas de la final de ida que había tenido justo un par de horas atrás con su equipo. El marcador, 1-1, no convencía ni a la niña y tampoco a su fanático número uno: Ramiro.

Joaquín no pudo evitar ser embargado por una sensación de plenitud. Le encantaba la facilidad con la que todo había marchado una vez que decidieron ser una familia en la que todos, incluyendo a sus amigos tenían un lugar y compartían con ellos su felicidad. Porque justamente en eso se habían trasformado Ramiro, Jorge y Emiliano, que siendo parte de su equipo de seguridad estaban también viendo crecer a sus hijos, tal vez más que a los propios; y Joaquín lo sabía, con cierto pesar si era honesto.

Su equipo de seguridad daba mucho por su familia y lo agradecía.

Y de alguna manera era compensado con un cariño verdadero que había nacido de la convivencia algo que era un tanto normal para ellos pues justamente así se había ganado su lugar en ese pequeño núcleo que había formado Emilio y Ruy desde siempre; claro, ellos habían estado solos durante mucho tiempo, pero, una vez que se dieron la oportunidad de salir de sus muros conocieron personas que los aman de verdad y que aprecian tenerlos en su vida.

—Qué raro, la luz de la estancia está encendida —mencionó Ramiro una vez que estacionó la camioneta frente a la puerta de roble.

A Joaquín no se le hizo tan raro. Esa tarde habían acompañado a Cass a su partido y por supuesto que habían invitado a Ruy con ellos pero el chico declinó la oferta diciendo que tenía mucho que hacer, estaba en su semana de examen y Ruy solía pedirse mucho en ellos, así que no les fue extraño que quisiera quedarse a pesar de que casi nunca faltaba a algo que tuviera que ver con su hermana. Así que, con cierto pesar lo dejaron pero no por eso Emilio olvidó llevarle su helado favorito. Esperaban encontrarlo perdido en su cuarto entre un montón de notas y la música que escuchaba cuando quería concentrarse aunque no era tan raro que saliera de su habitación para una pequeña merienda.

—Tal vez bajó por algo de comida. Ya ven que come por estrés —dijo Cass sonriendo. Esa frase era una de las que usaba Ruy para justificar su glotonería sin dejarse llevar por el hecho de que era igual que su padre respecto a eso.


Restándole importancia al asunto bajaron del coche los cuatro bastante divertidos aún por el humor que Casa le estaba imprimiendo al empate de su equipo.


—Es que bajó demasiado y no había manera de que pudiera recuperar el centro — continuó explicando Cass mientras cruzaban la estancia hasta la sala — porque no... —de pronto un gemido proveniente del sofá les hizo callar.


En cuanto Joaquín vio la cabeza de Ruy asomándose por el respaldo tapó los ojos de su hija. Su hijo mayor iba sin camisa y no se tenía que ser un genio para saber de quién era la cabellera rizada que caía como cascada por encima del descansabrazos del carísimo sofá que Niurka les había regalado en su último aniversario. 


Emilio se quedó perplejo por un segundo viendo a Ruy que se movía como rayo tomando su camisa para cubrir el torso desnudo de Samantha, su novia, eso pareció hacer despertar a su esposo.


—Papá…

—¿Qué se supone qué estás haciendo…? —Joaquín soltó una risa que quería decir: ¿No es obvio? Emilio lo fulminó con la mirada.

—Yo… papá, lo siento. No pensé… —los colores subieron por el cuello de Emilio al igual que su furia.

—Claro que no pensabas, jovencito. ¿Dónde está Emiliano? Se supone que él debería de estarte cuidando —Emilio elevó la voz. Joaquín pudo notar como Ruy cuadraba los hombros y empezaba a enojarse.

—¡Ya no soy un niño, papá! —Emilio le miró con una mueca similar.

—¡Cállate, Raúl, simplemente, cállate! ¡Vete al despacho!

—Llevaré a Sam a su casa…

—¡No, niño, entiende! —Ruy iba a protestar pero la mirada de Emilio no admitía discusiones.

Joaquín decidió que era momento de intervenir aunque fuera un poco para que la sangre no llegará al río… aún.

—Ve a tu habitación, Cass, por favor —le dijo con dulzura a su hija una vez que pudo quitarle la mano de los ojos, ella asintió no sin antes dedicarle una mirada de apoyo a su hermano y una sonrisa a la pobre de Sam que hasta el momento no sabía dónde meterse.

—Yo llevaré a Sam a su casa —la chica le dió una sonrisa avergonzada mientras tomaba sus cosas. Cuando estuvo lista, miró a Emilio.

—Señor, yo… lo siento —Emilio no movió ni un músculo de su cuerpo.

—Ahora no, Samantha. Vete a casa.


La forma dura en la que Emilio le habló a su novia no pasó desapercibida para Ruy que terminó yendo hacia el despacho con una mirada que sólo presagiaba tormenta. Joaquín tomó a Sam por los hombros, abrazándola para hacerla tranquilizar y salieron de casa.


Como casi todos los amigos de Ruy, Sam vivía cerca, así que Joaquín decidió caminar con ella para que el fresco de la noche les ayudará a liberarse un poco de la tensión que se había provocado, sabía que Ramiro les seguía de cerca en la camioneta, era lo normal siendo quién era pero agradecía que el hombre no fuera paranoico al respecto y lo dejará tener una conversación normal con la chica de su hijo que parecía necesitar algo así.


Sam, en algún momento, se había refugiado en su hombro. Lloraba un poco, Joaquín suponía que era por la conmoción. Cuando llegaron a casa, la chica se tomó un momento para mirarlo.

—Lo siento, señor B. Eso estuvo muy mal pero nosotros, bueno, solo… —Joaquín la abrazó.

—No, cariño, no te disculpes. No estaban haciendo nada malo. Sólo estaban expresando lo que sienten el uno por el otro, porque… ¿Los dos querían, cierto? —Ella asintió sonrojada.

—Fue mi culpa. Ruy me llamó para que le explicará una cosa y me dijo que estaba solo, entonces, lo convencí de que me invitara a ir a su casa —ella le dijo completamente mortificada —. Yo empecé a besarlo, prácticamente la asalté en la sala de su casa —Sam escondió el rostro en el pecho de Joaquín y éste la consoló hasta que se calmó.

—No tienes por qué avergonzarte, linda —Sam negó.

—Soy una… —Joaquín no dejó que continuara. Le tomó el rostro entre sus manos de manera gentil.

—No, linda, no. Sólo estabas expresándote y eso nunca es malo. Si ustedes están listos, si de verdad lo quieren y son lo suficientemente maduros como para cuidarse, nadie tiene que decir nada. Cierto que la sala de estar de la casa de los padres de tu novio no es el mejor lugar —sonrió y Sam también lo hizo —. Claro, uno no piensa mucho cuando está en esas condiciones —Sam sonrió más.

—Gracias, señor B —Sam le dió un suave beso en la mejilla a modo de despedida pero antes de que entrara a su casa le dijo —. ¿Cree que pueda hablar con Ruy hoy?

—No lo sé, linda. Pero veré la forma de informarte cómo está —la chica asintió.

—Señor B, ¿Podrá ayudarle? Sé que es difícil pero…

—Intentaré contener a la bestia —Sam rio —. Lo cierto es que el señor Emilio no es tan malo pero tuvo sus experiencias desagradables y quiere evitarle a Ruy vivir con las consecuencias de lo que le pudo afectar a él.

—Lo sé y Ruy los ama muchísimo. Sé que se sentirá horrible por defraudarlos.

—No, porque no lo hizo, linda —ella corrió a abrazarlo y luego entró a casa.

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