Capítulo 28

2.9K 195 120
                                    


Tan real

Reyna se detuvo un segundo para poder contemplar el bonito cuadro frente a ella.
Ruy y Emilio eran personas tan distintas y, aunque más pequeño, Ruy ya tenía una personalidad muy marcada que en gran medida se debía a la libertad con la que Emilio lo había criado, sin embargo... a veces los dos eran tan parecidos justo como en ese momento, ambos acaparando a Joaquín, flanqueándolo con miradas de verdadero cariño y un amor, que aunque distinto, era muy similar en su intensidad.

-Te saludaría pero parece que estás muy acaparado, -dijo Reyna y Joaquín le dedicó una de sus tiernas sonrisas.

-Hola, querida, -Reyna también le sonrió. Su felicidad provenía del hecho de que era evidente que Joaquín era la persona ideal para esos dos. Joaquín ni siquiera había hecho el intento de soltar a sus chicos, mas bien, todo lo contrario. El hombre acercó más a Emilio hacia su costado mientras éste se volvía en un adolescente enamorado, Joaquín también apretó su brazo entorno a Ruy que lo veía como si la navidad se hubiera adelantado.

-Joder, -exclamó Reyna al escuchar una vibración. -El horno, -Ruy también salió del abrazo de Joaquín.

-¡La comida!, -Ruy corrió detrás de Reyna y ella le habló al oído. El niño asintió solemnemente y se dirigió hacia los otros adultos. -Papá, tienes que distraer a Joaquín, -dijo mientras caminaba al interior de la cocina. -No deben entrar a la cocina hasta que los llamemos, -les gritó detrás de la puerta de la cocina.

Una vez completamente solo, Emilio terminó rodeando a Joaquín con sus brazos y éste le correspondió.

-Lo siento. Debí decirte antes, -se disculpó Joaquín sin dejar de sonreír.

Emilio no podía creer que Joaquín estuviera ahí. La sorpresa y la felicidad amenazaban con desbordarse en su corazón y para canalizarla un poco llevó sus manos al pecho de Joaquín y lo acarició sólo para que sus manos repasaran ese ser que tanto había extrañado.

-Pero... -dijo Emilio aún sin poder creer que el otro estuviera ahí. Sin poder entender qué estaba sucediendo.

Joaquín le lanzó una mirada tímida y conmovedora. Dios, ese hombre era toda una maravilla y ahora era suyo también. Joaquín decidió explicar.

-No quería abrumarte. Nos acabamos de reconciliar y... bueno, no quería que esto fuera a cambiar las cosas.

Las manos de Emilio avanzaron con suavidad sobre el pecho de Joaquín y éste terminó uniendo sus frentes. Emilio le sonrió antes de hablar.

-Joaco, pensaba que iba a verte dos veces al mes si nos iba bien... ahora, estás aquí y vas a mudarte y vamos a poder salir con Ruy... Voy a poder besarte cuando quiera.
Joaquín le besó la frente, la punta de la nariz y se quedó a milímetros de su boca.

-Tal vez deberíamos... -separarnos, dejar de vernos los labios, dejar de comernos con la mirada. En vez de todo eso, Emilio terminó por perder la cordura cuando Joaquín se humedeció los labios y terminó besándole.

Era una total locura, Ruy estaba a escasos metros de ellos, en cualquier momento podía salir y aún así... Emilio abrió la boca para profundizar el beso. Joaquín le rodeó la cintura y lo acercó más mientras su lengua se deslizaba en el interior de su boca. Emilio reprimió el gemido que nacía después de sentir la ligera mordida en su labio inferior.

-No podemos... -le dijo separándose de sus labios. -Dios... no podemos hacer esto aquí, -Joaquín asintió con los ojos cerrados intentando recomponerse.

-Ruy puede llamarnos en cualquier momento, -Emilio tragó y soltó un suspiro.

-Creo que debemos decirle, no ahora, pero pronto.

-¡Papá!

Fue el grito de Ruy desde el otro lado de la puerta de la cocina lo que les hizo separarse definitivamente.

-Vamos a poner la mesa, -anunció Ruy emocionado tomando la mano de su papá. -Lleva las copas, Reyna dijo que era importante para que brindarán.

-¿Y yo qué hago?, -Joaquín le preguntó.
Ruy se enderezó y soltó un sermón que tenía todas las palabras de Reyna grabadas en su mente.

-Tú te sientas, eres el invitado de honor y debes actuar así... ¡Vamos, papá, Reyna ya tiene todo listo!

En menos de cinco minutos, Ruy le dio a su padre una serie de tareas para que la mesa estuviera dispuesta y luego, a Emilio le tocó cumplir las órdenes de Reyna para que la cena fuera servida y Joaquín se las tuvo que arreglar para no interrumpir.

La cena, por supuesto, fue exquisita. Reyna sonrió ante los elogios de Joaquín pero el punto cumbre fue cuando el postre llegó. En cuando el aroma del dulce de leche inundó el comedor, Joaquín se conmovió.

Espacio SideralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora