Extra 2

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Ruy desplazó los dedos por la pantalla del celular dándose cuenta que la fiesta ya había empezado. Intentó no tamborilear los dedos con impaciencia, después de todo, sabía que el retraso había sido su culpa. La única defensa que tenía era que no había aprendido a ser el tipo más puntual del mundo y, con su papá haciéndole segunda, pues no es que fuera sencillo cumplir con los horarios.

Sonrió cuando recibió un mensaje de su padre con un reloj de arena.

—Creo que mi padre se está arrepintiendo de haberse adelantado con Cassie —su papá miró la pantalla sonriendo también —. Foto para que vea que ya vamos —tomó la foto de los dos para enviarla como respuesta.

Según él GPS estaban a unos diez minutos así que no era mucho y el vecindario era bonito. Algo nuevo de ver.

Y no es que no amara su hogar y su vecindario, realmente lo hacía. Tenía quince años viviendo ahí, con sus mismos amigos de toda la vida y compartiendo todo lo cual era realmente genial pero la llegada de los mellizos, Maricela y Ángel, había sido algo así como refrescante.

Mirna se había hecho de inmediato amiga de Maricela y, aunque Ángel era más retraído, no tardó mucho en caer en los encantos de Diego principalmente. Pronto los dos se sintieron parte del grupo, aunque no podían pasar mucho tiempo juntos porque vivían casi hasta el otro extremo de la ciudad; muy cerca de donde su papá había vivido antes de irse a vivir con ellos.

Así que la invitación a los quince de los mellizos había sido un sí total para todos.

Los papás de los mellizos habían hecho su labor los demás papás para que aceptaran; Ruy pensó que sus padres serían los más duros de convencer, pero se equivocó rotundamente, al parecer, los papás de los mellizos tenían mucho en común con sus papás.

La mamá de Ángel y Maricela se dedican a la moda mientras su papá tenía un doctorado en música así que prácticamente envolvieron a sus padres del meñique y eso estaba bien, Ruy se daba cuenta que sus papás necesitaban amigos de su edad. Claro que la tía Reyna y Gonzalo están bien pero no debían ser sus únicos amigos.

El celular de Ruy sonó una vez más recibiendo un código rojo de sus amigos.

—Me lleva la...

—Lenguaje —Ruy escuchó a su papá y terminó callándose.

—Lo siento es que José María no pudo pasar por los cupcakes que quedamos —era algo importante, iba a ser una sorpresa para los mellizos.

—¿Quieres que busquemos algún lugar por aquí? Debe haber alguna repostería —asintió contestando rápidamente los mensajes de sus amigos —. Jorge, ¿nos puedes hacer el favor de buscar?

—Claro que sí, jefe. De hecho, había una cafetería con excelentes postres a unas cuadras de aquí. Los chicos solíamos comprar cuando vivías por aquí.

—Excelente, vayamos —su papá le sonrió tranquilo y Ruy se apretujó contra él de forma cariñosa.

Recordaba esa sensación de bienestar; era la misma que había tenido cuando su abue le había hecho ver qué el noviazgo de Joaquín con su papá no los había alejado, todo lo contrario.

Ya casi no recordaba cómo era la vida antes de que llegará Joaquín, aunque aún había remanentes del pasado en su cabeza; como esa pequeña ansiedad que le causaba dejar solo a su padre a veces o como le seguía sorprendido que Joaquín solucionaba todo con una simplicidad fascinante, justo como en ese momento.

Amaba que a lado de Joaquín su padre y él podían sentirse protegidos, cuidados, amados y que eran parte de algo muchísimo mejor porque estaban todos juntos. Sus papás, su hermana y él.

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