Capítulo 29

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Quisiera hacerte un gran poema


—Ruy, escucha... —comenzó Emilio pero el niño negó viéndole duramente.

—¡No! Yo conseguí a Joaquín para que fuera MI amigo, no tu novio, —Ruy miró a su padre desafiante. Sus pequeños ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. —¡No es justo! Ahora Joaquín sólo va a querer estar contigo dándote besos y todas esas cosas feas y asquerosas. No, no quiero.

Joaquín abrió los ojos sin saber cómo intervenir, pero Emilio alzó una mano para frenarlo. Conocía bastante a su hijo y sabía que esto tenía que venir de sus labios.

—A ver, Ruy. No hables así de Joaquín o de mí, tienes que tratarnos con respeto.

Ruy volvió a negar y se cruzó de brazos, su rostro estaba rojo de coraje y varias lágrimas comenzaban a derramarse por sus mejillas.

—¡No me importa! Tú me quitaste a Joaquín, ¡no te voy a perdonar y me voy a ir a vivir con mi abuelita! —Ruy soltó una patada en el suelo al decir lo último y no esperó a que su padre respondiera pues corrió rumbo a las escaleras y sólo escucharon el fuerte portazo en su habitación.

Emilio suspiró y se frotó el rostro por un par de segundos. Alzó la mirada al techo y negó con resignación. Se giró y vio a Joaquín que tenía el semblante cabizbajo y parecía prácticamente devastado por la reacción de Ruy.

—Bueno, creo que lo mejor será irme, —susurró Joaquín y Emilio lo miró extrañado. —No quiero seguir lastimando a Ruy.

Emilio caminó hasta él y lo abrazó por la cintura. Joaquín lucía realmente acongojado.

—¿De qué estás hablando?, Ruy está haciendo un berrinche, no lo estás lastimando —Joaquín parpadeó y lo miró como si no lo conociera.

Emilio no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa. Joaquín podía ser muy amigo de Ruy pero eso no lo convertía en experto en niños y él sólo había visto la mejor faceta del pequeño... era evidente que Joaquín había obviado que hasta el niño más tranquilo del mundo podía tener una rabieta. Emilio apretó su agarre en la cintura de Joaquín antes de volver a hablar.

—Mira, la noticia lo tomó por sorpresa y es comprensible. Sólo tenemos que darle un poco de tiempo para que asimile lo que le hemos dicho y sino lo hace, pues volvemos a hablar con él. No soy al único en esta casa al que le cuesta adaptarse a los cambios, ¿sabes? —Joaquín sonrió un poco y Emilio colocó las manos sobre sus mejillas y le dio un suave beso para tranquilizarlo. —Te aseguro que a Ruy le llevará menos tiempo que a mí entender esto. Le daremos unos minutos a solas y luego vamos a subir a hablar con él. Él tiene el concepto de parejas de lo que ha visto con sus tíos y, créeme, cuando te digo que podemos hacerlo mejor es porque así lo es.

Joaquín por fin soltó algo de tensión de sus hombros y lo abrazó.

—Entonces, ¿le damos unos minutos y subimos?

Emilio asintió.

—Vamos a la cocina, prepararé café y probaremos un poco del famoso pay de Reyna.

Por los siguientes veinte minutos, Emilio intentó animar a Joaquín que seguía intranquilo, cada una nueva conversación terminaba en él desviando la mirada hacia las escaleras como esperando que en cualquier momento apareciera Ruy admitiendo retractándose de todo y los acompañara sonriente a comer un pedazo de pay. Pero, aunque a Emilio también le hubiera encantado eso, conocía lo suficiente a su hijo como para saber que eso no sucedería, por lo menos no tan fácil.

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