Capítulo 21

2.2K 187 67
                                    

Sideral

Emilio hizo un largo trazo de besos sobre la piel del cuello de Joaquín y luego atrapó una porción entre sus labios haciendo una succión lo suficientemente fuerte como para dejar una marca rojiza e hinchada que más tarde sería un muy notorio chupetón. Las fuertes manos de Joaquín lo sostuvieron más cerca hasta que Emilio se movió separándose de él.

―Pensé que habías dicho sin marcas, ―reclamó Joaquín y Emilio le sonrió.

―Nada de marcas tuyas en mí. Nunca dije algo de ti, ―Joaquín rió y lo atrajo a él para darle un beso que lo dejó duro en un segundo. Se estiró cual largo era sobre el enorme colchón mientras Joaquín se extendía encima de él rozando sus pieles e incrementado su deseo. ―Tengo que irme, Ruy estará en casa pronto, ―dijo entre jadeos mientras Joaquín avanzaba los labios por su cuello, su clavícula, por su pecho.

―Lo sé. Prometo no tardar demasiado, ―Joaquín le respondió sin despegar los labios de su piel hasta que atrapó su pezón derecho entre sus labios.

Para ese momento, Emilio ya no pensaba en nada que no fueran esos labios sobre todo su cuerpo.

Tenían tres semanas yendo a la casa imposible. Robándole tiempo al tiempo. A veces era una hora, a veces dos, realmente era tan poco lo que podían disfrutarse fuera de ese lugar que cuando estaban juntos, en esa cama, Emilio se entregaba al placer sin restricciones.

Como en ese momento que lo tenía con las piernas abiertas en una clara invitación que Joaquín tomó llenándose la boca con su erección. Dios, Emilio se desvaneció en el placer que sentía acumulándose sobre su cuerpo al ritmo que Joaquín marcaba, con su cadera tomando vida propia para ir más profundo en esa cavidad maravillosa. Se corrió en un largo suspiro. Después, Joaquín le repartió besos desde el abdomen hasta la cadera.

Emilio se incorporó para besarlo enredando todo su cuerpo con los brazos y las piernas.

―Supongo que tengo otros quince minutos para ti, ―Joaquín le sonrió encantador.

―Afortunado de mí...

Emilio apenas y tuvo tiempo de llegar antes de Ruy que había salido con sus abuelos a comer como todos los sábados por la tarde. Dejó a Joaquín maravillosamente desnudo en la cama. Esa imagen, junto con el olor al perfume amaderado de Joaquín lo acompañaron por el resto del día.

―Me encanta esa sonrisa tuya, ―le dijo Reyna sirviéndose café en una taza. ―Es algo así como luminosa, ―Emilio intentó ponerse un poco menos feliz.

―Estoy contento, Ruy está bien, el trabajo está yendo bien, tengo una excelente amiga, ―Reyna lo miró bebiendo café. ―Soy un hombre afortunado.

―Sin lugar a dudas, lo eres, ―Reyna sonrió también.

************

Un miércoles por la tarde, después de otra sesión en "La casa Imposible", Emilio estaba inspirado y empezó a tocar el piano sin ningún plan en particular sólo con las ganas de escuchar algo de música.

Durante todos sus años como adolescente entregado al arte que implicaba coger nunca se había tomado el tiempo para disfrutar tanto otro cuerpo y, sus amantes, tampoco habían tenido ganas de saber qué disparaba la excitación por todo su ser. En ese entonces él y sus múltiples novias eran jóvenes, eran fáciles de excitarse, eran meros cuerpos teniendo sexo. Con Joaquín las cosas estaban siendo tan diferentes. En gran medida porque se lo querían llevar lento pero también lo era porque se estaba dando oportunidades tan intensas de conocer, de disfrutar, de tocar y lograr algo que Emilio no sabía que existía.

Espacio SideralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora