Capítulo 5

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Usar el cielo de papel


Emilio suspiró cansinamente. Había sido un día increíblemente pesado. Se había levantado tarde y prácticamente había tenido que correr todo el día, primero para hacer de desayunar, luego llegar a tiempo al colegio de Ruy y, ahora, el trabajo tampoco le había dado tregua. Estaban trabajando en próximo disco de Eddy y era francamente un desmadre porque apenas estaban escogiendo las canciones y Eddy estaba nerviosísimo, no quería ser un cantante de un solo éxito. Emilio intentaba calmarlo pero a veces era peor que Ruy.

Se estiró en la cama y cerró los ojos por un momento y se acordó de la última conversación con Joaquín. Se había reído como nunca al escuchar la historia de cómo, Gonzalo, el asistente de Joaco, se había encabronado porque los había llevado a ellos al concierto y no a algún amigo famoso. Al parecer, esos lugares estaban destinados a generar cierto salseo con la imagen de Joaquín. Pero él, fiel a su forma de ser, le había dado en la madre la disquera haciendo lo que quería.

Emilio sonrió recordando lo feliz que había estado Ruy cuando escuchó a Joaquín decir que ellos eran sus amigos y que por eso los había llevado a Nueva York. Después de eso, lo brillantes ojos de Ruy, no dejaron de estar concentrados en Joaco. Otra cosa que tenía particularmente feliz a Emilio era que, al parecer, Ruy se estaba relacionando mejor con sus compañeros de escuela. Había empezado a hacer más amigos además de Mirna.

Se estiró por la cama y alcanzó el control remoto que estaba abandonado a mitad del colchón. Encendió la televisión y empezó a pesar de serie en serie en Netflix. Aunque sabía que estaba buscando algo en particular. La serie de Tom Holland y Nick Robinson. Ocho capítulos de besuqueo y agarrones entre esos dos hombres y bastante drama. Era como una telenovela pero con mejor producción, historia, dirección, y con dos actores que le calentaban el horno metiéndose mano entre ellos.

Emilio ajustó sus almohadas, se puso lo más cómodo posible y se dispuso a pasar dos horas a ver los dramas que se traían los personajes de Tom y Nick aunque lo que disfrutaba realmente era verles tragarse las bocas y simular que se tragaban otros cosas.

Estaba justo en medio de una escena donde el personaje de Tom, fiscal de distrito, llegaba increíblemente encabronado porque el personaje de Nick, agente de inteligencia del FBI, se había metido a salvar a unos rehenes en un edificio lleno de narcotraficantes. Ver a Tom, siempre amable y correcto, de esa forma tan territorial y dominante, estaba haciendo estragos en el cuerpo de Emilio y al parecer también el del personaje de Nick, que, después de una gritoniza en medio del despecho había terminado por meterle la lengua en la garganta a Tom y éste lo había encajado contra el escritorio. A Emilio se le estaba erizando más de una zona en el cuerpo.

Estaba completamente concentrado en la escena que no escuchó los primeros golpes en la puerta pero cuando la voz de Ruy llegó desde el otro lado, Emilio prácticamente saltó de la cama.

―Vo... Voy, hijo. Espera... voy, ―se enredó un poco con las cobijas, trastabilló, perdió el control remoto entre la colcha y las almohadas, tuvo que tirar todo para recuperarlo, todo eso en un lapso de cinco segundos, mientras Tom y Nick seguían metiéndose mano por todos lados. Hubo un golpe más en la puerta y Emilio terminó pausando la televisión cuando tenía toda la intención de apagarla. ―Sí, hijo, ¿qué paso?, ¿Qué paso? ―Le dijo cuando abrió la puerta, arreglándose los chinos que habían caído en su cara después de la carrera.

Ruy lo miró con los ojos somnolientos y bostezó. Por lo menos no parecía ser un asunto de vida o muerte. Esperaba poder mantenerlo en la puerta pero Ruy dio un paso hacia adentro de la habitación.

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