Capítulo 26

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Espacio Sideral



Gonzalo cerró la puerta y se apoyó en ella por un momento.

Nunca imaginó decirlo pero estaba tan cansado de trabajar. Los últimos meses habían sido completamente frenéticos. Joaquín no se había detenido a descansar ni un solo día en tres meses. Había estado trabajando tanto detrás de su jefe que Gonzalo ni siquiera recordaba los colores de su departamento cuando por fin habían regresado a Miami. Una parte de él quería que Joaquín le llamara para que le agendara vacaciones pero eso parecía una idea muy lejana: Joaquín parecía haber olvidado lo que era dormir ocho horas seguidas o comer sin trabajar.

La mente del artista estaba enfocada en su trabajo y, cuando se detenía, era sólo para llamar a Ruy. Y cuando esos minutos de paz terminaban, Joaquín parecía tener aún más energía que antes para seguir trabajando.

Lo único que había evitado que Gonzalo desfalleciera de agotamiento era el recuerdo de la sonrisa más bonita que había visto en toda su vida: la de Reyna. Casi por inercia abrió los ojos y miró la hora. Apenas y tenía tiempo de ir a su habitación, relajarse un poco y conectarse para llamarla.

La verdad era que, esas conversaciones con ella habían sido en gran medida el motivo por el que no había perdido la razón mientras viajaba por todo el mundo siendo la agenda humana de un Joaquín Bondoni workaholic.

Se estiró en la cama mientras la cámara del iPad lo enfocaba y se escuchaba el primer tono de la llamada, fue hasta el tercer tono que el hermoso rostro de Reyna apareció del otro lado de la pantalla. En Miami eran más de las once de la noche, él debería estar releyendo los términos para la última presentación de Joaquín, pero, en vez de eso, estaba ahí, viendo la hermosa caída del pelo sobre el rostro de Reyna.

Esa noche estaba más guapa que nunca, había algo sumamente sensual y maravilloso en esos hombros descubiertos que mostraba su blusa de tirantes. Supuso que estaba recién duchada y eso hizo disparar sus recuerdos de ese dulce perfume que siempre usaba.

—Hola, —le saludó ella con una bonita sonrisa que inmediatamente se tornó en preocupación. —Cada día te ves más cansado, —Gonzalo no se sorprendió, por supuesto que ella lo iba a notar, las ojeras que se cargaba parecían costales. —¿Has comido algo?

—Sí, de hecho acabo de llegar de cenar.

—¿Tan tarde?, ay pobrecito. En Miami deben ser más de las once, ¿no? —ciertamente lo era pero no le había quedado de otra. Joaquín apenas lo había dejado marcharse y Gonzalo se había podido arrastrar a un restaurante de comida rápida para atragantarse del primer combo que encontró.

—Aún tengo mucho trabajo. Joaquín tiene un compromiso muy grande este fin de semana y estamos ultimando detalles. Estos meses no ha parado... Creo que esta es la primera semana que veo mi departamento en tres meses. Aunque... ¿la verdad? Preferiría estar en México, —la vio morderse ligeramente el labio inferior y darle esa sonrisa con timidez. Dios, es mujer le tenía loco. —Reyna...

De pronto, alguien se aclaró la garganta haciendo que se perdiera el bonito momento entre los dos.

—Sí, perdón, —la escuchó decir mientras miraba a su lado. Era obvio que la mujer no estaba sola. —Verás, Gonzalo, bueno... quisiera pedirte un favor.

—Lo que quieras. Por tu sonrisa lo que sea.

Ella rió apenada.

—Aún no has escuchado qué es, cariño. Es que, bueno, digamos que Emilio quiere hablar con Joaquín.

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