Capítulo 21 - Lo que empieza cuando algo termina

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Tío Tito volvió a conectar el teléfono porque quería hablar con un proveedor de curry de la India y recibimos una llamada de mi madre.

ㅡYa sólo estarán cinco días allá ㅡme dijo.

Me pareció magnífico volver a verla, pero la buena noticia también me llenó de preocupaciones. ¿Lograríamos encontrar El libro salvaje antes de mi partida? ¿Qué pasaría con Catalina?
Con voz segura, mamá agregó que papá estaba por regresar. Él viviría en otra casa, pero todos nos seguiríamos viendo.

ㅡTu papá y yo estamos en buenos términos y los queremos mucho.

Los adultos se especializaban en encontrar palabras que podían significar muchas cosas distintas. "Buenos términos" era una expresión francamente rara. ¿Significaba eso que él no dormiría en la casa pero llamaría a la puerta mostrando una sonrisa?
Me alegró volver a ver a mi madre. La quería tanto que quería recordarla tal como era y me daba miedo borrar sus facciones. Sin embargo, en cuanto dijo que ya iba a ir por nosotros, fue como si acelerara un reloj que yo llevaba en mi cuerpo.
Me gustó que mamá conservara el buen humor que había mostrado en los últimos días, pero yo tenía mis propios asuntos que resolver. Me quedaban cinco días para encontrar El libro salvaje y para que Catalina se enamorara de mí. Por primera vez estas dos cosas me parecieron conectadas.
Colgué el teléfono tan metido en mis pensamientos que tardé en darme cuenta de que alguien estaba junto a mí. Era el tío. Miraba el piso con enorme tristeza:

ㅡTe voy a extrañar, sobrino ㅡdijoㅡ. Nos quedan cinco días ㅡagregó, mostrando los dedos de la manoㅡ. ¿Volverás a visitarme? ㅡpreguntó con ansias.

ㅡClaro ㅡle dije.

ㅡTu mamá dijo que te cambiarás de casa. Espero que no sea muy lejos ㅡcomentó con resignación.

La ciudad crecía a toda prisa. La casona del tío estaba en el centro y hubiera sido tremendo que nos mudáramos a las afueras. No quise seguir pensando en mi nueva casa, que de seguro quedaba en Saturno, así de mala era mi suerte.
Tío Tito volvió a desconectar el teléfono y bajamos a la cocina. Estaba tan afectado por la noticia de nuestra partida que no habló de cocina: le preguntó a Carmen cosas de la vida de sus peluches, mostrando que se había interesado en ellos mientras hablaba de purés y estofados.

ㅡPrefiero que hoy cocine Eufrosia ㅡdesvió la vista al reloj en la pared de la cocina y exclamóㅡ: ¡Son las diez y Catalina no ha venido!

Sentí un hueco en el estómago y fuí a la farmacia.
La encontré detrás del mostrador, más ocupada que nunca.
Me explicó que algunas escuelas ya habían vuelto a clases y los alumnos se habían contagiado con los virus y las bacterias que atraparon en las vacaciones. Tenía que ayudar a sus padres:

ㅡNo pueod ir a la biblioteca ㅡdijo con frialdad.

Más que ocupada, parecía molesta.
Su mamá me trató con la amabilidad de siempre, preguntó por mi hermana, mi madre y mi tío. Luego me dijo que veía un poco cansada a su hija.
Si la veía cansada, ¿por qué la había puesto a trabajar? Era Catalina la que quería estar ahí. ¿Se había aburrido de la biblioteca? O, algo aún peor, ¿se había aburrido de mi?
La vi trabajar con maravillosa eficencia. Al cabo de un rato me atreví a hacerle la terrible pregunta:

ㅡ¿Qué te pasa?

Catalina tenía cara de estar molesta, pero contestó como hacen millones de seres humanos cuando están molestos y no quieren decirlo.
Se quitó un mechón de pelo con un soplido y dijo:

ㅡ¿A mí?

Pensé en decirle: "¡Claro que a tí!, ¿con quién crees que estoy hablando?" Pero su voz había sonado a lumbre y me dio miedo ofenderla. Quería que estuviera de buenas, a como diera lugar. No se me ocurrió otra cosa que preguntarle:

El libró salvaje de Juan VilloroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora