Capítulo 10 - La Historia Se Borra

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La costumbre del tío de mordisquear galletas con descuido y dejar migajas por todas partes tuvo desagradables consecuencias.
Entré a la sección "Átomos tontos" para ver qué libros se ordenaban bajo un nombre tan misterioso, pero no alcancé a leer ningún título. Mis manos se acercaban a un tomo oscuro, posiblemente encuadernado en piel de toro, cuando vi dos pequeñas antenas. Detrás de las antenas surgieron unas patas y detrás de las patas una cabecita color café. Estaba ante el insecto que me hacía sentir un vacío en el estómago: montada sobre el libro, ajena a mi presencia, muy orgullosa de sus antenas flacas, se exhibía la más asquerosa cucaracha.
Si las arañas me interesaban, las cucarachas me hacían huir. Corrí rumbo a un pasillo y tomé la primera puerta a mi alcance. Seguí corriendo hasta que no pude más y me detuve. El corazón me latía con fuerza y el sudor me afilaba las patillas. Naturalmente, no tenía la menor idea de dónde estaba.
lba a agitar mi campanita, pero en ese momento me topé con lo que menos deseaba encontrar. Encima de un tomo verde lechuga vi otro bicho provisto de terribles antenas y patas nerviosas. ¿Había corrido en círculo y regresado al mismo lugar?.
Había pasado algo peor: aquella cucaracha no estaba sola. Toda la biblioteca se había infestado de criaturas de lomo pegajoso y patas ranuradas.
Me alejé de ahí, caminando de espaldas para no perder de vista a mis enemigas. En el trayecto choqué con un librero y varios volúmenes se vinieron abajo. No me detuve a recogerlos.
Llegué a un pequeño vestibulo, donde había una mesita y un sillón. Sobre la mesita reposaba un objeto inesperado: un teléfono negro y grande, de aspecto pesado, hecho en otra época. Descolgué el auricular: no había línea. Colgué y descendí por unas escaleras que estaban a mano derecha.

Así llegué a un patio donde Eufrosia planchaba la ropa. Estaba tan preocupado por lo que había visto que exclamé:

ㅡ¡Tenemos cucarachas y un teléfono!

ㅡEsta mañana maté cinco de un solo pisotón ㅡme dijo la mujer con tranquilidad.

Vi el pie grande de Eufrosia, de tamaño ideal para aplastar hasta veinte insectos.
Eufrosia había lavado las sábanas. Al verlas tendidas para que se secaran, me sorprendió que fueran tantas. Conté doce y en mi cama sólo había dos.
La mujer me explicó el enigma:

ㅡTu tío odia las cobijas. Dice que pesan demasiado. Le gusta dor mir con diez sábanas. Se tapa con ellas según el frío o el calor que haga. Así se siente como una cebolla, una "cebolla en piyama". Eso dice él, ya sabes que le gusta decir cosas raras.

ㅡ¡En la casa hay teléfono! ㅡcomenté.

ㅡTu tío lo tiene para emergencias. Sólo lo conecta si necesita hacer una llamada muy especial. Odia que suene el timbre.

En eso escuché una voz detrás de mí:

ㅡVeo que hablan de mí.

Me di la vuelta: no vi a nadie, o más bien, sólo vi una sábana. De ahí salió la voz del tío, como si fuera un fantasma:

ㅡPerdón por tirar migajas, es una mala costumbre de los que comemos con emoción y descuido.

ㅡ¡Hay cucarachas por todas partes! ㅡle dije.

ㅡSí, veo que te perdiste en territorio Samsa.

ㅡ¿Qué es eso?

ㅡGregorio Samsa era un hombre que se sentía un bicho y terminó convertido en un insecto.

ㅡ¿Existió de verdad?

ㅡNo. Lo inventó el escritor que ha tenido las orejas más puntiagudas. Se llamaba Kafka.

Vi las orejas de mi tío. También eran bastante puntiagudas. Además, tenían pelos blancos.

ㅡ¿En qué clase de insecto se convirtió? ㅡpregunté.

El libró salvaje de Juan VilloroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora