Capítulo 13 - El Príncipe Manda

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El tío pasó los siguientes días de estupendo humor. Mandó a Eufrosia al mercado a comprar ingredientes para guisos especiales y canturreó extrañas canciones mientras arreglaba sus libros.
También me llevó al cuarto de las estatuas para enseñarme el rincón que yo no había advertido y donde estaban las fotos de la familia.
Me gustó revisar con él esas fotografías enmarcadas. No eran muchas. Tal vez había veinte. Vi los rostros de personas de otras épocas, a las que no conocía pero sin las cuales yo no hubiera podido existir.

ㅡTu familia ㅡcomentó el tío.

ㅡNo reconozco a nadie ㅡle contesté.

ㅡTe falta práctica en comparar narices y cejas. Yo tampoco reconozco muy bien las caras. Soy poco sentimental y casi nunca veo estas fotos. Pero a veces vengo por aquí a recordar que he tenido parientes. Algunos son parientes lejanos o políticos, pero me da gusto verlos. Tengo espíritu de coleccionista y me agrada coleccionar parientes. Como no soy muy sociable prefiero verlos en fotografía, sin oírlos roncar, estornudar o sonarse los mocos.

Me llamó la atención la foto de un niño de unos ocho años y le pregunté quién era.

ㅡNo lo vas a creer: ¡es tu papá!

ㅡ¿Este niño?

ㅡFíjate bien: tiene cara de niño ingeniero. Sus ojos miran a la distancia, como tratando de poner un puente.

Vi el rostro algo regordete del niño que muchos años después sería mi padre.

ㅡTú tienes el mismo lunar en la mejilla, la misma frente, cejas idénticas. Se parecen mucho ㅡcomentó el tío.

En verdad había un fuerte parecido entre nosotros. Lo curioso es que él se veía como mi hermano menor.

ㅡ¿En qué estás pensando? ㅡme preguntó el tío.

ㅡ¿Cómo sabes que estoy pensando algo?

ㅡPusiste una cara que no es precisamente de ingeniero. En eso eres distinto a tu padre. Tus ojos parecen buscar un misterio. Son ojos de detective de personas, es decir, ojos de lector prínceps.

ㅡSentí algo raro: ¡me sentí mayor que mi padre!

ㅡEstás creciendo, Juan. Ya tienes tu propia vida. Tal vez no te has dado cuenta, pero estás tomando muchas decisiones. Necesitas a tus padres y ellos te necesitan a ti; sin embargo, ya tienes tu propio camino. Alguna vez tu papá fue el niño que aparece en esa foto. Tú le podrías dar un consejo a ese niño; sabes más de lo que él sabía entonces. El tiempo pasa de manera increíble. Algún día serás tú quién cuide a tus padres, y ojalá te sobre un poco de tiempo para cuidar a tu tío.

Revisé las demás fotografías hasta encontrar a una chica durmiendo en el campo. El sol le daba en la cara y ella sonreía, como si disfrutara de una siesta después de un sabroso picnic.
El tío me explicó que se trataba de mi madre, cuando tenía 16 años. Se veía muy tranquila y hermosa. Me hubiera encantado estar con ella.
Pasamos buen rato discutiendo las barbas y los peinados de otros parientes. Luego sentí un urgente deseo de ir a la farmacia a hablar con mi madre.
Crucé la calle, saludé a Catalina a toda prisa y marqué el número que ya sabía de memoria.
Le dije a mamá que había visto fotos de ella y de papá cuando eran jóvenes.

ㅡTe pareces mucho a tu padre ㅡdijo ella.

ㅡPero en grande ㅡbromeé.

Le pregunté por Carmen y me dijo que en unos días la llevaría a la casa.
Mi madre sonaba calmada y repuesta. Me animó a seguir leyendo libros en casa del tio.

ㅡ¿Estás tomando tu hierro?

ㅡYa no lo necesito ㅡdije con tanta seguridad que ella no agregó nada más.

El libró salvaje de Juan VilloroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora