Capítulo 45

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“Las Respuestas Que Necesitas Están En Tus Manos”



Al día siguiente, durante el desayuno estuve tan sumergida en mis pensamientos y decisiones que no me daba cuenta que Catalina, por lo bajo, me estaba diciendo que el hijo mayor de uno de los amigos de papá estaba para chuparse los dedos. El chico estaba sentado frente a mí y no le hacía caso a nadie más que a su celular.

—¿Crees que sea como el típico chico malo de las novelas juveniles?

El chico transmitía cierto aire oscuro. No me quedó duda de que si podía ser el chico badboy de su escuela. En otros tiempos estaría tratando de llamar su atención, estaría coqueteando con indirectas o cosas así. Anteriormente he salido con chicos como él, por lo tanto se por donde llegar, pero la verdad es que ya no quería volver a ser esa chica.

El chico dejó su celular sobre la mesa y se quitó la chamarra de piel negra, dejando ver una playera blanca que se le marcaba lo bien definido que tenía su cuerpo.

—¡Ay, Dios mío! —siguió Catalina—. Si así están los conejos, no quiero imaginarme cómo estará la zanahoria.

—¡Catalina! —como alcé un poco la voz, mis hermanos y el chico me miraron—. Me... me pisaste —fue lo primero que se me ocurrió. Mi mente en esos momentos no daba para más.

El desayuno con todos estuvo muy tranquilo. Antes del mediodía, papá y sus amigos junto con todos sus hijos, se fueron a ver un partido de béisbol. Irene, Catalina y yo nos quedamos en casa a limpiar, porque da la casualidad que a ninguna de nosotras nos gustan esos partidos. Irene dice que porque se engenta demasiado, Catalina porque le aburre y yo porque no le entiendo ni un pepino.

Ya casi daban las dos de la tarde, y por onceava ocasión miré la pantalla de mi celular para ver si tenía alguna razón de Cadyk, pero seguía igual, no había nada. Me arrepentí de haberle contado lo de su madre. Me gustaría llamarle, pero el orgullo me lo impide.

Momentos después Irene entró a mi habitación, diciendo que tenía que salir porque iría a comprar cosas para la semana, algunos víveres y otras cosas que había encargado en algunas tiendas. Me preguntó si quería acompañarla, pero quería estar en casa, ¿hacer qué? No lo sé, pero aún así no me daban ganas de salir.

Escuché su auto irse. Ahora estábamos Catalina y yo, mejor dicho, yo nadamás. Sobre todo cuando la ví entrar cambiada a mi habitación.

—¿Vas a algún lado?

—No —respondió con simpleza—. Solo vengo a saber si ya has hablado con él. ¿Ha pasado algo?

—Nada —miré sus zapatos—. ¿Por qué tienes puestas botas de lluvia? Afuera está como a treinta y dos grados.

—Fue lo primero que ví —caminó a la salida—. Si te llama, avísame para saber el chisme.

Cuando cerró la puerta, mi celular vibró. Desesperada lo tomé y observé la pantalla, llevándome una gran desilusión porque solo era una estúpida notificación de facebook. Lo aventé a mi lado. No podía seguir así, pegada al celular esperando un mensaje o llamada.

De acuerdo, iré a darme un baño y después terminaré mi tarea. Solo quiero mantener mi cabeza ocupada, no quiero pensar tanto en él y en lo sucedido.

No esperé más y me dirigí a mi baño para darme una ducha necesitada. Me quite la ropa y entre al chorro de agua tibia. Sentí las gotas acariciar mi piel, e incluso sentí como si estuviera en una sesión para quitar el estrés.

Ni una llamada, ni un mensaje desde ayer. ¿Ya habrá hablado con su madre acerca de lo sucedido? ¿Habrán discutido por mi culpa? Dios, quiero llamarle... quiero saber que está pasando y su comportamiento tan extraño de ayer por la noche. Pensé que esa noche jamás la olvidaría, puesto que conocería a sus padres, y no me equivoqué, jamás la olvidaré porque todo lo que la señora Darla me dijo vivirá siempre en mi.

Mi Chico © [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora