Capítulo 72

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“¿Este Es El Final?

No, Algo Me Dice Que No”

Cuando de verdad llegamos a amar con demasiada pasión a alguien, cuando de verdad extrañamos a esa persona o a cualquiera que ha dejado alguna huella en tí, tienes una gran necesidad de estar con él.

Una vez leí que el 45% de las personas se llegan a enamorar de la persona equivocada. No sé si yo ya formo parte de ese número, y aunque quiero creer que sí algo me dice que me estoy equivocando.

Mi historia muy fácilmente pudo haber acabado en la parte donde llegaba aquel día a casa y me echaba a llorar mientras mis hermanos me abrazaban, mientras ellos me hacían saber que estaban ahí y que jamás se irían.

Pero no.

Ahí no acabó todo.

Acabó al día siguiente, cuando me desperté sabiendo que ya era hora de prepararme para regresar a San Diego.

Seguía teniendo un terrible dolor en mi pecho y quise asimilarlo con que era el dolor que me provocó Cadyk con sus palabras. Mientras me alistaba para salir, me dí cuenta que en lugar de que el dolor disminuyera, aumentaba a tal grado de que comenzó a ser molesto.

Era increíble que después de todo ya iba de regreso. Incluso hasta me imaginé yendo en el autobús, quizá pensando en lo que pude hacer para evitar lo sucedido con Cadyk.

Por último pero no menos importante, antes de salir de mi habitación, guardé lo que más me dolió hacer: la foto donde salgo con mis hermanos. Esa misma que me regaló Jerry en mi cumpleaños. Y aparte también cogí la patineta de Alonso, no pretendía dejarla olvidada aquí.

Eran las once de la mañana. Antes de irme, le eché la última mirada a mi habitación. No sé cuando lo volvería a hacer, cuando volvería aquí y me quedaría en esta misma cama. Algunos recuerdos buenos y malos que tengo me cruzaron por la mente y entonces, cerré la puerta detrás de mí.

Bajé las escaleras con mucho cuidado de no tropezar con mis propias maletas y rodar por ellas. Eso era lo único que me faltaba para que de verdad tuviera unos días horribles.

Al llegar al primer piso escuché la voz de mi padre. Decían algo sobre mi, no me quedé a averiguar que es lo que era, entonces aparecí en el umbral de la puerta del comedor y ahí los encontré a todos ya sentados, desayunando.

—Hola —saludé y todos voltearon a verme.

—Monserrat, buenos días. ¿Quieres desayunar? Mira, hice lo que tanto te gusta. Ven, siéntate y...

—Perdón, Irene —me apresuré a decir cuando trato ponerse de pie—, pero no puedo. Es que yo... —«Ay no, ahora no. No llores»—, yo me vengo a despedir.

—¿Cómo? —papá se colocó de pie, recorriendo su silla hacia atrás—. ¿Cómo qué ya te vas? ¿No te quedarás más tiempo?

—No, papá. Me tengo que ir.

Por más que evite mirar a mis hermanos no pude hacerlo y cuando lo hice, rápidamente desvíe mi mirada. No podía seguir observando sus rostros de tristeza, sobre todo el de Cata.

—Te llevaré al aeropuerto —papá dió dos pasos, cosa que volví a detenerlo.

—No hace falta. Hay un taxi esperándome afuera —en parte porque tenía planeado en irme en autobús y no en avión. Aún los aviones me aterraban y más con solo pensar que viajaría yo sola. Digo, no era un viaje de cinco horas a comparación del autobús, era solo de unos minutos pero después de todo me daba pánico—. Estaré bien. Solo quiero despedirme —traté de tranquilizarlos.

Mi Chico © [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora