Capítulo 8

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“Equis, Somos Chavos”


Ciertas preguntas se resumían en: incomodidad.

Digo, me saco varias risas, pero cuando regresábamos al tema más importante, me sentía tan incómoda. Lo más extraño es que no solo fue una incomodidad espantosa, no, fue como...algo digno de disfrutar. Su compañía me agrado e incluso–con mis pensamientos cochinos– me pregunté que se sentiría estar con él.

Es por esa razón que ahora me está trayendo de vuelta a mi casa después de hablar casi por dos horas.

—Bien, ya casi llegamos— me informo tomando mi mano—. Piénsalo muy bien, ¿Si? No quiero que te presiones. Toma el tiempo que necesites para pensar.

—Claro— puse la mirada al frente y dije en seguida—: Por aquí déjenme, por favor.

—¿No vives más adelante?

—Prefiero caminar— quite mi mano de la suya para colocarme mi mochila y tomar mi carpeta mientras que la camioneta se estacionaba en la orilla de la calle frente a una casa.

—Toma— me estiró un sobre manila amarillo tamaño carta. Yo lo acepte algo extrañada—. Antes de que aceptes o...rechaces, necesito que leas las reglas. Ahí está mi número de celular para que me llames, ya sabes, para cualquier duda que tengas o para que me digas tu respuesta.

—De acuerdo. Adiós— metí el sobre en mi carpeta y puse mi mano en la manija de la portezuela para abrirla, pero él me detuvo sosteniendo mi muñeca.

—Ah... estaré esperando tu respuesta— agregó y sino me equivoco se escuchó nervioso.

—Seguro— volví a desviar mi mirada de la suya y me concentre en bajarme del vehículo, pero él me sostuvo con un poco más de fuerza.

«No, ya quiero irme»

—Ah...con cuidado, Monserrat— volvió a decir, más nervioso.

¿Por qué no me dejaba ir?¿Que quería decirme o qué? Creo yo que ya me dijo lo necesario y creo yo que ya le dejé decirme lo que quiso. No sabía que más faltaba...hasta que caí en cuenta.

La respuesta a mis dos preguntas anteriores estaba tan clara.

No me armé de valor. Sólo le sonreí y alejé mi mano de él para abrir la portezuela del auto y bajarme. Cerré antes de que dijera o hiciera algo. Así que me quedé aún lado y la camioneta arranco para después perderse en la lejanía de la calle.

También tengo que admitirlo, tenerlo junto a mi fue algo tortuoso. Cada que hablaba o se pasaba una mano por su cabello, el recuerdo del baño llegaba y las ganas de besarlo se volvían fuertes. Tenía que morder mi labio inferior para no decir nada.

Caminé solo una cuadra. Me sentía de gelatina. No sé si temblaba de la impresión o los nervios...yo creo que cincuenta y cincuenta. Esto era imposible de creer, pensé en contárselo a Abby...pero la conozco y sé que vendrá hasta acá solo para arrastrarme por el suelo de las greñas. Así que preferí no decirle nada.

Cuando llegué a la casa, saque las llaves que me había entregado mi padre e Irene cuando llegue y abrí la puerta principal.

El olor a algo quemado inundó mi naríz y lo identifique con una persona: Catalina. Se le estaba quemando algo.

Cerré la puerta aún algo nerviosa y del comedor salió Irene, asegurándose de quién había llegado. Me quedé ahí parada, de piedra sin saber que hacer.

—Oh, por fin llegas— dijo con una gran sonrisa en su rostro—. Me imagino que vienes hambrienta por estar estudiando en la biblioteca.

¿Hambrienta?¿Estudiando?¿Biblioteca?

Mi Chico © [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora