Capítulo 3

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Golpeo mi taquilla con fuerza haciendo que las pocas personas que hay en el vestuario se sobresalten. Ignoro sus quejas y les muestro mi dedo del medio. A estas alturas del día ya todo me da absolutamente igual. Vuelvo a oír mi móvil sonar y aprieto los puños clavándome las uñas en las palmas. Observo mi mano derecha, la que estaba vendada, y sonrío. A mí el dolor me da exactamente igual porque sé que me lo merezco, por eso me quité la venda, necesitaba sentir los roces del guante en las heridas, el escozor de los golpes que daba al saco. Todo eso me hacía sentir libre, me hacía sentir que yo también estaba sufriendo y que estaba pagando mi condena. La condena de vivir sin familia.

Apoyo mi espalda contra la taquilla y me siento en el suelo, ya cuando me cercioro de que no hay nadie en el vestuario. Busco el contacto de Christian en el móvil y pincho en su foto de perfil. Dejo el teléfono a un lado y me dispongo a mirar al gilipollas que me ha arruinado la vida. Solo de verle me entran ganas de ir a su casa y darle un puñetazo. Me tapo la cara con ambas manos y suspiro. Mi vida no podría ir peor.

Pero sí, sí que podía.

Empiezo a pensar que todo esto es un chiste, una especie de broma del karma o algo por el estilo. Sin mirar el móvil, lo cojo y cuelgo la llamada. No me hace ni falta ver quien es porque lo sé perfectamente. ¿Habrá algún día en el que se canse de llamarme tanto? Porque esto ya se pasa de la raya, incluso puedo decir que ha empezado a acosarme. Cada día me llama unas veinte veces, eso sin contar algunos mensajes que me deja tanto en el contestador como en el WhatsApp. De verdad que si lo veo aunque sea pasar por el lado de mi casa voy a la policía y le denuncio. Yo creo que no es tan difícil de entender que si no acepto las llamadas y no le contesto a los mensajes es porque no quiero hablar con él. Pues creo que es imbécil porque no lo entiende.

Me frustra, me da mucho asco y quiero partirle la cara... realmente, se la quiero partir a quien me toque los cojones porque a la mínima que me digan algo, estallo.

Miro la hora en el móvil y me doy cuenta de que he estado veinte minutos lamentándome, así que me levanto del suelo, guardo mis cosas en la taquilla (esta vez me aseguro de cerrarla bien porque antes, al sonar mi móvil Mason la abrió y lo cogió y tampoco quiero que ande hurgando en mis cosas) y salgo del vestuario a hacer la segunda ronda de la serie de golpes que había hecho antes.

Sin embargo, esta vez no me concentro como debería y no paro de mirar a Mason, quien está con su habitual sonrisa de superioridad dando consejos sobre el campeonato de esta noche, al que yo tengo prohibido participar. Intento no mirarlo, de hacer como si no estuviera pero no puedo, y al final termino acercándome.

-Os aconsejo que no empecéis atacando, guardad fuerzas porque si empezáis fuerte a la mitad del combate estaréis muertos. La mirada es muy importante, no perdáis de vista a vuestro oponente y analizad cada uno de sus movimientos, eso os puede dar una pista de como pelea y lo podéis usar en vuestro favor. Luego... - iba a seguir hablando pero lo interrumpí.

-Vaya, de repente sabes mucho de boxeo, ¿no, Mason?

Durand se gira y cuando me ve sonríe. En ese mismo momento se hubiese quedado sin dientes.

-Más que tú por lo visto que no sabes ni contenerte Johnson, primero yo, luego Pol... haber si aprendes a pelear porque se nota a kilómetros que no tienes ni idea. ¿Te crees que con esos golpes que le has dado al saco vas a poder ganar una pelea? Esto no es un juego de niños.

Me muerdo la parte interna del labio para no abalanzarme sobre él y partirle el cuello. Respiro unos segundos con calma para serenarme y luego le sonrío.

-No sabes ni de lo que hablas.

-¿Ah no? ¿Y entonces por qué Diego no te dejará pelear esta noche? ¿Por tus grandes dotes de boxeador? Admítelo Johnson, eres patético. Haznos un favor a todos y lárgate de aquí - se da la vuelta y me deja con la palabra en la boca.

DrakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora