Capítulo 7

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Es una absoluta chorrada.

Pienso, llevándome un cigarro a la boca. Cojo el mechero de la mesa y me lo enciendo. Doy una fuerte calada y siento como el humo me abrasa los pulmones y la garganta. Poco a poco lo voy soltando, éste asciende por la habitación y se pierde en el aire.

No puedo creerme que Diego crea que necesito controlar mi ira, eso es una tontería. Una gran y humillante tontería. Lo maldigo en voz alta y aprieto los dientes. No va a a salirse con la suya, ni de coña pienso asistir a esa mierda, y aunque crea que eso es lo mejor para mí, se equivoca, y mucho. Me levanto del sofá echo una furia y me dirijo al balcón para que me de un poco el aire. Sigo dándole pequeñas caladas al cigarro y solo eso consigue relajarme.

No lo quería hacer pero no me dejas otra opción.

Por mucho que quiera hacerlo desaparecer, simplemente no puedo. Una, y otra, y otra vez sigue en mi cabeza el momento en que Diego me da la estúpida tarjeta.

Hoy has estado a punto de matar a una persona.

Aprieto los puños sobre la barandilla del balcón, hasta que mis nudillos se ven blancos y mis palmas destilan un leve color rosado. Abro ligeramente los labios y dejo caer el cigarro al suelo. Me apoyo en la barandilla y sin que nadie me vea, sin que nadie me juzgue... lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. La impotencia palpita fuerte en mi cuerpo, por mucho que quiera dejar de pensar, ese recuerdo acecha sobre mí, dispuesto a acabar conmigo. Tiemblo, me sacudo, abrazo con fuerza la barandilla y mis piernas flaquean.

El aire se escapa de mis pulmones cuando jadeo con fuerza, y siento que me ahogo, me ahogo, me ahogo. Lo he estropeado, todo. Siempre lo hago.

Siempre, siempre, siempre.

Cierro los ojos con fuerza y fuerzo a que más lágrimas salgan por mis ojos. Siento el intenso dolor palpitando en mi pecho, en lo más profundo de mi corazón.

-Todo es por mi culpa - susurro entre sollozos con el alma completamente destrozada.

Partida en dos.

-Por mi culpa ellos están muertos, por mi puta culpa todos sufren - las lágrimas no paran de caer - por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa...

Siento como se me desgarra el pecho y caigo al suelo derrumbado, abatido, roto. Me está destrozando, los recuerdos, los sentimientos, las sensaciones...

Y entonces recuerdo las palabras de Pol...

Eres un puto cobarde de mierda.

Y estallo. Todo estalla a mi alrededor y no veo, ni oigo, ni siento nada. Todo lo que pienso me golpea con tanta fuerza que termino hundiéndome en mí mismo y acallo mis sollozos sentándome en el suelo del balcón, con las piernas recogidas y mi cabeza entre mis manos.

Poco a poco las lágrimas se reducen, mi cuerpo deja de temblar y lo único que se escucha es mi corazón. Lo odio. Odio cada puto latido que siento dentro de mí, odio que, pese a todo, aún siga palpitando. Debería haber sido yo. Debería haber muerto hace mucho tiempo.

(...)

Steven Blake odiaba verme llorar, por eso cuando me veía derramar alguna lágrima en el orfanato siempre me golpeaba, y no era algo bonito de ver. Me decía que llorar era algo de niños pequeños, que eso me hacía un débil y además, que me hacía parecer un gilipollas. No estuve de acuerdo. Nunca se lo dije.

Así que antes de entrar a su casa, me limpio la cara de todo rastro de lágrimas. Con suerte, estaría tan borracho que ni siquiera le importaría que hubiese llorado. Steven ha montado una gran fiesta y la música está tan alta que ni siquiera puedo escuchar lo que pienso. A duras penas puedo hacerme paso a través de la gente y busco con la mirada a mi amigo mientras aparto de un manotazo a un gilipollas que quería vomitarme encima. Hago una mueca de asco y me alejo de ahí mientras sigo buscando a Steven.

DrakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora