Capítulo 26

0 0 0
                                    

Tres días después...

Nadia Miller entra en mi dormitorio con una ropa interior de encaje despampanante. Y al instante, se me pone dura. Me remuevo nervioso en el colchón mientras mi chica camina seductoramente hacia mí sin apartar la mirada. Trago saliva al tiempo en que pasa una pierna por encima de mí y se acomoda en mi regazo, y siento su intimidad calentar mis calzoncillos. Se inclina un poco y me da un corto beso. Pasa sus manos por mi pelo y empieza a moverse muy lentamente. Gruño en señal de aprobación cuando empiezo a notar un leve placer. Dios, esto es vida. Justo lo que necesitaba un día antes del campeonato.

-Mmm – dime Nadia y acelera sus movimientos, su cadera hace un suave vaivén y a mí me vuelve loco.

Le agarro del trasero y se lo aprieto, y le empiezo a dar besos en la clavícula y en el cuello. El refrote empieza a ponerme a mil y solo me entran ganas de tirarla en la cama, quitarle la maldita ropa de encaje y hacerla mía, una y otra y otra vez. Y en eso estoy, cuando la cojo del brazo para bajarla de mi regazo cuando, ella me para. Niega con la cabeza y me da un beso.

-No tan rápido. Hoy me toca a mí mandar – me susurra al oído y se me eriza la piel del cuerpo.

Y con una pequeña sonrisa, me dejo hacer. Cierro los ojos mientras Nadia me va quitando muy despacio el bóxer, tiemblo cuando me coge el miembro y lo mueve deliciosamente arriba y abajo con suavidad. Y cuando se lo lleva a la boca...

-Agh – gimo cogiendo las sábanas con fuerza y abro los ojos para mirar la escena. Casi me corro.

Nadia me mira mientras me la chupa y yo no puedo resistirme por mucho más tiempo. Sé que voy a terminar pronto, y aunque me jode un poco porque yo quería más acción, la tensión por el campeonato seguido de los imbéciles de Nefer y Mason, me han tenido todos estos días muy malhumorado y agotado, y ahora, con Nadia aferrada a mi masculinidad, tan solo me queda cerrar los ojos, echar la cabeza hacia atrás y...

Y suena un puto teléfono.

Al instante, Nadia se aparta, se inclina hacia la mesita izquierda y coge su móvil. Lo descuelga y desde el otro lado se oye una voz muy estridente y bastante autoritaria.

-Sí, sí, lo siento – dice ella mordiéndose el labio inferior – enseguida voy, es que me he dormido... - entonces, sonríe mirándome el pene y yo sonrío a su vez mientras me inclino hacia delante y le doy un tierno beso en la comisura de los labios – no te preocupes, en cinco minutos estoy ahí – cuelga la llamada y suelta el teléfono a su lado, se lleva las manos a la cara y suspira – no me acordaba que hoy tenía trabajo de barman en una fiesta. Dios, esta vida es estresante. No saber cuando te van a necesitar para servir bebidas y que cuando lo hagan me tengan que joder... - me mira con pena en los ojos – siento tener que dejarte así, pero si no salgo ahora se puede liar una buena.

Me río de su estrés por dejarme a medias y niego con la cabeza para restarle importancia.

-No te preocupes por mí, ya me las apañaré yo con esto – señalo mi pene y noto como se ruboriza – anda, déjame asearme un momento y te acompaño a esa fiesta.

- ¿Enserio? ¿Enserio me acompañarías?

-Claro, ¿no es eso lo que acabo de decir?

Nadia asiente y me da un corto beso mientras se levanta de la cama y empieza a ponerse su ropa. Yo me levanto a su vez y me voy al baño para, al menos, echarme un poco de agua fría a mis partes íntimas, no me gustaría llegar a esa fiesta con un bulto exagerado en los pantalones.

Un minuto después, ya estoy con Nadia bajando las escaleras del edificio, preparándonos para el bofetón de aire frío de la calle.

-¿Dónde está esa fiesta? – le pregunto nada más salir.

DrakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora