18. El inicio del Fin

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Wei Ying llevaba varias semanas en Muelle de Loto cuando recibieron una carta en la que les informaban que la abuela Yu estaba enferma, la familia Jiang partió río abajo dejando a Yanli y a Wei Ying en casa, pues hacía un par de días que el joven había tomado un comportamiento extraño y no quisieron dejarlo solo.

La joven se encontraba en una de las habitaciones más apartadas de la casa, en un intento por mantenerse alejada del omega ya que a diferencia del habitual comportamiento con su cachorro, Wei Ying había ignorado el llanto del bebé durante bastante tiempo y solo lo atendió cuando Yanli lo llamó varias veces. Después de que Lan Yuan fue alimentado lo empujó hacia la joven quien se encerró en la habitación, sintiendo por primera vez miedo de la actitud de su hermano. Fue por esta razón que no se enteró del ataque hasta que sintió el olor a humo y escuchó el sonido de espadas y gritos, con precaución abrió la puerta y miró con terror que su amada casa estaba siendo atacada por gente con el uniforme de la secta Wen. Sostuvo fuertemente a su sobrino y se dispuso a salir por la ventaba mientras agradecía su precaución de tomar la habitación más aislada y al mismo tiempo más cercana al bosque, justo cuando se adentró entre los árboles fue jalada y su boca sellada por un par de manos, si no fuera porque reconoció el olor a vainilla y leche, habría muerto del susto.

—Shijie, soy yo ¿Están bien? — la joven movió la cabeza afirmativamente —voy a soltarte, no grites— advirtió en un susurro —Ven— con una mano jaló a la joven y con la otra sostuvo a Suibian, caminaron casi medio kilómetro entre la maleza hasta llegar al río en donde había una pequeña embarcación en la que difícilmente cabrían los dos —Sube con A-Yuan, yo soy buen nadador y podré empujarte—

—Mira nada más lo que nos trajo el río: un hermoso omega— esa frase había sido dicha tiempo atrás por el odioso Wen Chao e irónicamente la repetía con la misma mirada llena de asqueroso deseo —Wei Wuxian, señorita Jiang ¿Por qué tanta prisa? Que mal anfitriones son que no se quedan a saludar a sus invitados— a su lado su amante Wang Lingjiao se rio como un pato —Corrijo, ahora yo soy el anfitrión y ustedes mis invitados, por lo tanto, le pediré a mis hombres que los escolten hasta mi casa, aunque tendrán que perdonar el desorden, recientemente estuve expulsando un nido de ratas y estoy por emprender una remodelación completa— hizo un gesto y los guardias se dispusieron a acercarse a la pareja. Wei Ying colocó detrás a su hermana y levantó su espada dispuesto a defenderlos —Wei Wuxian, por mucho que pelees sabes que vamos a ganar pues te superamos en número, hazte un favor y baja tu espada—

—Voy a morir aquí defendiendo a mi hermana e hijo o voy contigo y tú dejas que ellos se vayan. Si peleo tal vez pierda, pero te aseguro que me llevaré a más de la mitad de tus hombres conmigo, con chance y termine por volar tu estúpida cabeza antes de morir—

—No sé de dónde tomas el valor para pensar que puedes hacer un trato conmigo ¿No ves que en cualquier circunstancia yo llevo las de ganar—

—Voy a ir contigo sin pelear si dejas que ellos se vayan—

—A-Xian— susurró Yanli a su espalda.

—Tranquila Shijie, solo haz lo que yo diga y cuida a mi bebé—

— ¿Qué te hace pensar que los voy a dejar ir? —

—Lo harás porque de lo contrario pelearé hasta morir y no tendrás la oportunidad de disfrutar aquello que tanto has deseado— afirmó con una sonrisa descarada.

—Tal vez lo voy a disfrutar de cualquier modo—

—O tal vez no— Wen Chao sabía que el omega no fanfarroneaba acerca de ser capaz de matar a muchos de sus hombres.

—No lo estás pensando amorcito ¿Verdad? Yo sola soy suficiente para llenar tu cama— aseguró Wang Lingjiao con una voz aniñada y empalagosa.

Destello AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora