8 - Trío.

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La semana pasó con lentitud, Andrew y James parecían haberse puesto de acuerdo para vigilarlo a todas horas, el único momento en que no los tenía prácticamente encima era por las mañanas mientras iba al trabajo, pero incluso en ese momento solían llamarlo sólo para molestarlo. Comenzaba a cansarse. James lo había ido a buscar al trabajo todos los días, haciendo que sus compañeras le rogasen para que les presente a su nuevo novio, aquello le molestaba, no quería que mirasen a James, no las quería cerca, eran insoportables y detestaba que el moreno les sonriese coqueto cada vez que se cruzaba con alguna. La necesidad de gritarles que James era suyo era abrumadora. Pasaba seis horas con él, para su suerte no se había quedado en el apartamento a dormir, pasaban algunas horas dando vueltas y otras en su estudio, en ocasiones encerrado en el baño de su oficina, en silencio y básicamente fingiendo ser invisible mientras James atendía a un cliente. Era aburrido, agotador y en ocasiones un poco humillante, pero con Andrew era peor.

El moreno lo buscaba en el estudio de James cuando salía de la universidad, iban directo al apartamento y Andrew se dedicaba a torturarlo durante un buen rato, azotando sus nalgas, molestándolo con el vibrador el cual debía usar todo el tiempo cuando se encontraba dentro del apartamento, manoseándolo mientras cocinaba, pajeándose en cualquier parte de la casa, obligándolo a mantenerse sobre sus rodillas en el suelo frente a él, sin permitirle tocarlo y dejándolo duro sin poder hacer nada, con una sonrisa suficiente y advertencias que prefería no arriesgarse a desobedecer. Pero lo había logrado, casi. Se había corrido una sola vez en toda la semana, el martes mientras dormía, se había despertado en un jadeo mientras sentía su miembro duro liberándose por sí solo, siquiera recuerda que era lo que había soñado, si es que lo había hecho, pero había logrado limpiarse antes de que Andrew lo despertase, y el moreno siquiera se había dado cuenta de aquello.

El sábado por la mañana Isaiah despertó con Andrew colando sus dedos en su entrada, frotándolo como si lo estuviese preparando para follar. Por un momento creyó que lo dejaría correrse, creyó que lo había engañado y que su recompensa sería simplemente ser follado y tener un orgasmo de una vez por todas, pero no fue así. Andrew había retirado sus dedos segundos antes de que llegara, lo había besado y se había ido del apartamento diciéndole volvería en la tarde, dejándolo solo por primera vez en una semana entera, sin orden o advertencia alguna. Se dio un baño de agua fría después de pasar diez minutos acostado en la cama pensando si valía o no la pena hacerse una paja, la respuesta fue no, había aguantado siete jodidos días, más o menos, podía aguantar unas cuantas horas más, quería su jodida recompensa, aunque no tenía idea de que se trataba.

Pasó paso casi ocho horas completamente solo, miró varias películas y terminó por limpiar el apartamento de arriba abajo cuando se sintió demasiado inquieto. Salía de darse la tercer ducha del día cuando escuchó golpes en la puerta de entrada, debía ser Andrew, no había nadie más aparte de él y James a quienes los de recepción dejaban subir, había dejado fichados sus nombres para que no tuviesen que esperar para entrar, pero James solía al menos enviarle un mensaje cuando iba, por lo que la única opción segura era Andrew. Isaiah prácticamente corrió a abrir sin siquiera molestarse en ponerse algo más encima aparte de la ropa interior y la toalla con la que había estado secándose el cabello, a la mierda con la ropa, estaba jodidamente caliente hace una semana y Andrew ya había visto mucho más que su cuerpo desnudo. El moreno lo miró de arriba abajo cuando abrió la puerta, se relamió los labios y sonrió antes de estamparle un beso en la boca a modo de saludo, frunció el ceño cuando vio a James entrando detrás de él con el rostro serio y un par de hojas de papel enrolladas en una mano.

—Léelo tranquilo —murmuró extendiendo las hojas.

Tomó los papeles con el ceño fruncido mientras se quitaba la toalla de la cabeza y la arrojaba sobre el mueble junto a la puerta, sin entender en lo absoluto que estaba sucediendo. Jadeó al darse cuenta de que se trataban los papeles que le había entregado James. Eran tres contratos exactamente iguales con tres nombres en él, sintió sus rodillas flojas y como sus manos amenazaban con comenzar a sudar. Caminó con el ceño fruncido hasta sentarse en el sofá, releyendo una y otra vez las líneas en él; reglas que conocía de memoria. Validez del contrato, objetos que estaban permitidos, sus propias palabras de advertencia, quienes efectuarían cada rol, dos firmas al pie de cada página y un tercer espacio vacío para la suya además de un espacio en blanco debajo de cada firma, aquel espacio era en donde se firmaba luego de la sesión en caso de estar completamente conforme, era la manera en la que James había decidido asegurarse de tener una prueba que indicase que no se habían incumplido las reglas. Volvió a leer los tres nombres al principio de la página con el corazón agitado en su pecho;

Sexo y nada más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora