17 - Perro.

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Aida tardó una semana en comenzar a hacer preguntas, Isaiah se había hartado de maquillarse todos los días por lo que había acabado utilizando suéteres de cuello alto y a Aida aquello parecía llamarle demasiado la atención. Las marcas rojizas se habían transformado en moretones en tonos que iban del violetas al negro, eran horribles, no eran marcas bonitas como solían dejar Andrew o James, eran grotescas, dolían y lo único que hacían era recordarle que estuvo a punto de morir por follarse a un desconocido, y más aún, que probablemente había estado a punto de una sobredosis, puesto que la sensación de adormecimiento que le había dejado lo que fuese que le dio Mikel le había durado más de tres días.

Se detestaba por ello, por no haber notado que algo iba mal con aquel tipo, no recordaba mucho, pero sí sabía que había sido demasiado rápido y extraño desde un principio. Había llamado a Jordan el lunes, le contó todo lo que recordaba, temeroso, y el mayor dijo que trataría de hablar con Mikel. Ese mismo día lo llamó para decirle que no se preocupase puesto que había solucionado las cosas, que Mikel ya no lo molestaría y que, supuestamente, había sido un error que atribuyó al alcohol, incluso le había pedido su número para llamarlo y disculparse, pero Jordan no se lo dio. De todas formas el alivio que sintió por ello fue nimio, aún tenía miedo que el tipo lo buscase, y más aún topárselo en alguna parte. No se creía en lo más mínimo la excusa del alcohol.

Se sentía extraño la mayor parte del tiempo, su cuerpo entero se tensaba si alguien siquiera rosaba su cuello, había estado a punto de golpear a Sarai cuando esta lo abrazó por la espalda, rodeando su cuello con un cariño que tardó en reconocer. Había follado con Andrew un par de veces y aunque no habían sido sesiones, había utilizado el collar de cuero en ambas ocasiones y se había negado rotundamente a que lo ahorcase. Aún tenía algo de miedo y se sentía frustrado. Su cuello era su punto débil, amaba que lo ahorcasen, que besen, muerdan, chupen y toquen aquella zona, pero ahora siquiera toleraba que le respirasen cerca, estaba seguro de que se debían a las marcas y rogaba que todo volviese a la normalidad en cuanto se borrasen.

Tampoco había tomado una gota de alcohol en toda la semana, y se había prohibido a sí mismo volver a comprar cocaína, ya no le quedaba, lo que era un alivio en cierto punto, el hecho de que James le hubiese sugerido que necesitaba ayuda lo había hecho replantearse varias cosas, la principal era que si seguía drogándose ocasionalmente acabaría volviendo a lo que fue años atrás, y realmente no quería volver a pasar por ello, mucho menos cuando ahora tenía a su familia de nuevo.

Era viernes, se suponía que trabajaría en la agencia esa tarde, pero una de las modelos se encontraba enferma y pospusieron la sesión para el lunes, por lo que tenía la tarde libre. Había quedado con James a las diez, tendrían una sesión, tal vez, pero aún faltaban cinco horas para ello, por lo que decidió pasar algo de tiempo junto a su madre, acurrucado con la cabeza en su regazo como si se tratase de un niño. Aida mantenía la vista fija en una de sus novelas mientras dejaba caricias vagas en el cabello del rubio, mirándolo de vez en cuando y sonriéndole con ternura.

Se sentía pequeño y vulnerable, pero de una manera extraña que no le gustaba del todo, no era como en las sesiones en donde sabía que a pesar de sentirse débil había alguien cuidándolo, en esta ocasión el sentimiento de vacío sólo le provocaba ganas de llorar. Le recordaba a cuando Hazel nació, él solía quedarse junto a su madre mientras ésta le daba el pecho a la bebé, había hecho lo mismo cuando sus otras hermanas nacieron, siempre fascinado ante el hecho de que su madre era capaz de producir leche tal y como las vacas, con una mueca de asco cuando Aida le contaba que él también se alimentaba así cuando era bebé. Era un pensamiento absurdo ahora que lo veía a la distancia. Sabía que se estaba comportando extraño, y sabía que su madre estaba preocupada por él, pero realmente no sabía que decirle, siquiera él mismo sabía que le sucedía. Suspiró ante aquel último pensamiento, llamando la atención de Aida quien volteó a verlo con una media sonrisa.

Sexo y nada más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora