4 - Contrato.

948 41 2
                                    


James apareció en el apartamento tres semanas después, el sábado por la noche, con pizzas y cervezas luego de una breve llamada para avisarle que llegaría en quince minutos para, supuestamente, hablar. Isaiah sintió un deja vú, se bañó y se preparó con la misma velocidad con la que lo había hecho semanas atrás, ésta vez ignorando el ardor tortuoso que atravesaba su espalda y sus piernas. Había vuelto a follar con Andrew un par de veces, dieciséis para ser exactos, las había contado; eran demasiadas. Pero sólo tres habían sido sesiones en serio, una de ellas el día de ayer. Además había cortado definitivamente con Jordan, por lo que Andrew era ahora la única persona fija con la que se acostaba.

Había tenido una última sesión con Jordan hacía dos semanas, bastante tranquila en comparación a lo que estaba acostumbrado, y el hombre le dijo que siempre estaría disponible para él, pero había declinado la oferta amablemente. No es que Jordan hubiese dejado de atraerle, seguía teniendo el mismo cuerpo con el que lo había conocido a pesar de rondar los cincuenta, era igual de efectivo y realmente le tenía aprecio, pero ya no se sentía tan cómodo con él como al principio, principalmente porque Jordan se había comprometido y si bien su prometida sabía perfectamente que se acostaba con él, e incluso se conocían puesto que eran una especie de pareja abierta y la mujer era extremadamente dulce, se le hacía extraño follarse a alguien sabiendo que su futura esposa estaba, probablemente, esperándolo en casa sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo, Jordan comprendió rápidamente y luego de una sesión tuvieron una cena de despedida.

Andrew había aparecido ayer con un par de varas de ratán a modo de obsequio, un manojo de varillas de mimbre y una sonrisa inocente en el rostro. Aún tenía la espalda y las piernas completamente marcadas, parecía tener un tablero de ajedrez dibujado en la piel, pero había valido la pena, había acabado llorando a cántaros luego correrse, no supo exactamente por qué, lo único que sabía era que no lloraba debido al dolor. Había sido demasiado extraño y cuando reaccionó Andrew lo tenía envuelto en sus brazos con la expresión pura del terror en el rostro y pidiéndole disculpas una y otra vez, tardó una hora en convencerlo de que estaba bien, y aun así Andrew lo había llamado media docena de veces para asegurarse de que fuese cierto, y siquiera había pasado un día completo. Por suerte parte de la sesión había quedado grabada, hasta el momento en que rompió a llorar desconsoladamente y la cámara se quedó sin batería.

Lo bueno era que ahora tenía un manojo de varillas de mimbre y un hermoso par de varas de ratán en el armario, a las cuales les daría un muy buen uso, no con Andrew, sabía que el moreno no querría tocarlo nunca más con ellas, pero tal vez podría convencer a James en el futuro. Se sentía extraño respecto a Andrew, había comenzado a soportarlo un poco más. Sólo un poco. Habían cenado juntos un par de veces, lo cual no era nuevo, pero las conversaciones habían comenzado a tener más contenido y menos insultos. No estaba seguro de si su actitud había cambiado, o bien, él mismo se había acostumbrado a ella.

James volvió a la sala con un par de cervezas, la situación era algo compleja, aquello no era una simple charla. James había aparecido con varios contratos, con la intención de armar uno en conjunto, e Isaiah se dijo a si mismo que no quería uno cuando acabó de leer el cuarto, y realmente no sabía cómo decírselo a James. El moreno parecía emocionado, como si estuviesen negociando figurines repetidos, tanto que siquiera notaba la incomodidad de Isaiah cuando le explicaba algo.

El rubio sabía perfectamente cómo funcionaban los contratos, cada pauta, cada regla, todo, y por ello no quería uno. Isaiah no era una persona a la que pudiesen atar fácilmente, en el sentido metafórico de la palabra, porque si la cuestión incluía cuerdas era bastante dócil, la cosa era que no se veía a sí mismo cumpliendo reglas como sumiso, siendo completamente fiel y dependiente a su amo, le gustaba aquel juego, pero tenía límites. No se veía a sí mismo ejerciéndolo en su vida diaria, siquiera con James, y aunque lo quisiese demasiado, no accedería.

Sexo y nada más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora