Una más y pondré a arder el mundo

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(5) Una más y pondré a arder el mundo.

Lilith.

Caminaba entre las personas, esquivando hombros de aquí para allá. Todo me llamaba la atención y parecía una niña pequeña en una tienda de dulces. Aun me rondaba la cabeza el rescate de Aitana. Desde que entre a la oficina de Joss y la vi.

A simple vista se veía asustada. La ansiedad me carcomía las venas y lo único que deseaba con desespero era encontrarla.

La tuve  a los dieciocho años. Dean Dubois fue la persona a la que más cariño le tuve. Lo que empezó como un romance de adolescentes, término en un charco de sangre y muchas lágrimas. Cuando el murió yo estaba embarazada.  El francés me embarazo y él lo supo, quiso tenerlo, pero también me apoyo en la decisión de abortarlo si era lo que quería.

No era un badboy, no era un nerd, no era bueno, pero tampoco era malo.

Teníamos caracteres similares. Discutíamos por todo y al final lo terminábamos arreglando con una sesión de sexo. 

Aun no usaba ningún método anticonceptivo y una cosa llego a la otra.

Recordarlo ya no duele tanto como antes, pero el vacío de su ausencia es algo con lo que aprendí a vivir. Y los ojos de mi hija son el claro recuerdo de él.

Heterocromia.

Mi hija tiene una parte de ambos con ella.

Su ojo azul lo heredo de su padre, el negro de mí, y la Heterocromia la heredo de él. Recuerdo poder perderme en esas extrañas lagunas rayadas. Cuando murió supe que tendría el apoyo de mis padres, pero ya suficiente tenían con ellos pagármelo todo. No quise cargarles algo más de lo que solo yo era responsable. Me aislé de todos, con una barata excusa de un año sabático por todo el esfuerzo de estar en una academia militar.

Fui a Polonia.

No sé por qué, pero sentía que era un buen lugar para ella. Es un país muy hermoso. Tiene frontera con  Alemania y gracias a mi dominio en la lengua, no me costó llegar. El problema empezó al instalarme.

Estuve todo mi embarazo sola. Pase por depresión, las fatigas y todos los síntomas del embarazo los pase sola en una pequeña casa. 

Tenía que viajar hasta Varsovia todos los meses para mi consulta médica, y aunque, el polaco sea idioma oficial en Varsovia, había sitios en donde se dominaba el ruso, alemán e inglés. Eso para mí había sido un milagro y eso que no era muy creyente.

Cuando cumplió tres meses encontré un internado donde aceptaban niños de cualquier tipo de edad. Ya había terminado mi año. Había pasado esos tres meses tratando de reponerme.  Con todo el dolor, pero con ganas de salir adelante, deje a mi hija en ese internado bajo el cuidado especial de dos mujeres. Todos los meses recibía un mensaje desde un  móvil desechable que me decía que estaba bien. Y cada cinco meses trataba de ir a verla. El año pasado con los asuntos de la boda no pude ir, probablemente eso fue lo que la inspiro a salir de Polonia.

Suelto un suspiro pesado, si tan solo me hubiera hecho un hueco para ir, entonces ella no hubiese ido a casa y...

-ahg- jadeo al sentir el escozor de mi pierna. Me dieron en una arteria. La sangre sale a chorros y pronto siento como el mundo me da vueltas. Mis oídos zumban y los gritos que se escuchan son lejanos.

Creo sentir a los hombres de Joss abrir fuego cruzado mientras caigo al suelo, pero unos fuertes brazos me detienen. Mis ojos se pasean por todos lados en busca de algo fijo, sin embargo, todo gira.  Mis manos se tiñen de ese color carmesí tan adictivo. Dejo de sentir el frio bajo mi cuerpo.

Asmodeo, principe de la lujuria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora